Mostramos los datos que la Diócesis de Almería ha redactado sobre el beato Herminio Motos Torrecillas. Fue cura en Vera y demostró su confianza y piedad por el hombre durante la epidemia de tifus de 1911-1912, ayudando en lo que pudo a salvar las vidas de los contagiados y en levantar el ánimo de los desventurados. Le fueron publicadas varias obras escritas, entre ellas una relacionada con la epidemia make-essay vivida en Vera.
Esta egregia figura del presbiterio diocesano recibió el Santo Bautismo en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Encarnación de su pueblo natal el día posterior a su nacimiento. Sobresalió en el Seminario de san Indalecio de Almería, centrándose en estudiar las cuestiones sociales según la doctrina eclesial.
Ordenado presbítero el uno de junio de 1901 en Almería, entregó las primicias de su sacerdocio a su pueblo natal como Cura Adscrito. En 1909 fue nombrado Cura Ecónomo de san Sebastián de la ciudad de Almería. Dos años después, al tomar posesión de la Parroquia de Vera se presentó de este modo: « Buscadme donde haya un enfermo que auxiliar, un triste que consolar y un pobre que socorrer. » Una mortífera epidemia probó la verdad de sus palabras, recibiendo la medalla de oro de la Cruz Roja Española y diversos honores municipales.
Párroco – Arcipreste de su pueblo natal desde el dieciséis de mayo de 1912, durante un cuarto de siglo santificó a sus paisanos. Para combatir la pobreza y el desempleo fundó el Sindicato Agrícola Católico y una industria de alpargatería. Con éxito promovió las vocaciones sacerdotales.
En enero de 1936, ante el beato don Diego Ventaja, profetizó: « Caeremos muchos, caerán no sólo los mejores, sino los mejores y los peores. Pero no hay que olvidar las palabras de Jesús a Pedro: “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. Vendrá la Persecución a la Iglesia, pero después vendrá el resurgir y un nuevo florecimiento. »
Al comenzar la Persecución Religiosa, el veintitrés de julio, registraron su casa y lo expulsaron del pueblo. Refugiado en el próximo cortijo de Zelaya, declaró: « Yo he ofrecido mi vida por la salvación de mi pueblo. » El siervo de Dios, cayendo nuevamente de rodillas, les contestó: « Pues matadme, yo no puedo más; pero os perdono todo. » Llevado a la dehesa de Alfahuara el trece de octubre, repartió sus pertenencias entre los milicianos y alcanzó el martirio a sus cincuenta y ocho años.
Diócesis de Almería
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