ALGUNOS DATOS SOBRE EL ORIGEN DE LAS HERMANDADES Y COFRADÍAS

Aprovechando la efeméride de la celebración de 400 Aniversario del Cristo de la Misericordia de la Hermandad de San Juan, hacemos un breve repaso al origen de las hermandades y cofradías, sus manifestaciones religiosas y toda la labor artística creada alrededor de la plástica expresiva, donde los artistas expresaron el sentir de la devoción popular, valiéndose de las imágenes, sonido –música religiosa-.

Domingo Ortiz 2012

Domingo Ortiz Soler

Director del Museo Histórico de Vera

Las manifestaciones artísticas relacionadas con las hermandades han dejado a lo largo de la historia un amplio muestrario de las más diversas disciplinas. Muchos imagineros, orfebres y pintores vieron desarrollados su talento gracias, en parte, a los encargos de las cofradías. También sus manifestaciones externas, cargadas de simbolismo barroco

-sobre todo- propiciaron la creación de obras como el Cristo de la Misericordia de Vera.

Las hermandades son asociaciones nacidas en un mundo marcadamente confesional con un doble propósito piadoso y caritativo y que constituyen una de las formas más difundidas de esas nebulosas de solidaridad características, sobre todo, de la Europa moderna. Muchas cofradías funcionaban como verdaderas sociedades de decesos, siendo sus reglas muy minuciosas en todo lo referente a los entierros de los cofrades fallecidos.

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El Cristo de la Misericordia de la Hermandad de San Juan

En Andalucía tenemos prestigiosos especialistas en el tema, como Marion Reder, de la universidad de Málaga, entre otros, que nos presentan un extenso panorama del proceso de formación de éstas hermandades –que a continuación exponemos-1, así como de sus actividades asistenciales (que trataban de cumplir con las tópicas obras de misericordia: dar de comer al hambriento, vestir al desnudo o enterrar a los muertos) y de sus funciones culturales, entre las que desempeñaban un papel destacado las procesiones, ya fueran penitenciales, ya fueran de gloria, ya se celebrasen durante la fiesta del Corpus, ya durante la Semana Santa.

Una manifestación fundamental de esa religiosidad popular unas veces superpuesta, en obligada convivencia, otras veces, por el contrario, incluso en larvado conflicto con las formas predicadas por las autoridades eclesiásticas. Un fenómeno que no sólo contribuyó a dibujar las líneas de la sociabilidad de los tiempos modernos, sino que perdura hasta hoy en el seno de los pueblos y las ciudades de Andalucía.

El concepto de cofradía solía estar referido a las corporaciones de oficios y, por supuesto, a aquellas que proyectaban públicamente sus cultos y rituales procesionales, especialmente las penitenciales que revivían la pasión y muerte de Cristo durante la Semana Santa. Por el contrario, las hermandades, aunque fueron bases y fundamento religiosos, se constituyeron en vehículos privilegiados para tejer las relaciones interpersonales en las sociedades locales andaluzas debido, entre otras razones, a la amplitud de las competencias que asumieron en la realización de obras benéficas y asistenciales, en la conformación y visualización de la estratificación social, en el establecimiento de canales de comunicación entre la jerarquía eclesiástica y el mundo seglar, en la defensa de los intereses de los profesionales de oficios y en las conexiones con el poder político. Con todo, sus fines espirituales y los cultos organizados posibilitaron la promoción de la fe católica hasta el punto de que con posterioridad al Concilio de Trento, muchas de ellas se convirtieron en plataformas de difusión de los mensajes contrarreformistas. Asimismo, las hermandades estuvieron tan presentes en la vida cotidiana de los andaluces que incluso se implicaron más allá de la muerte; en concreto en la preparación del óbito y en el ceremonial fúnebre de sus miembros. Además, aunque habitualmente se encontraban insertas en el ámbito de las vanidades sociales, se esforzaron en la cooperación comunitaria y en actividades mutualistas en las que se primó la asistencia a los cofrades, pero también a sus parientes (padres, hijos, cónyuges) y, en determinadas ocasiones, a la propia familia en su acepción extensa (esclavos, mozos criados en el domicilio familiar, obreros, ‘huéspedes’ o sirvientes).

Libro de Hermandad

Libro de Hermandad

Orígenes

Muchos de los orígenes históricos de las cofradías y hermandades tienen su punto de partida en la conquista de ciudades por los Reyes Católicos, que con la llegada de los ejércitos castellanos le seguía el asentamiento de repobladores que se instalaban en las ciudades como vecinos, junto con sus mujeres e hijos.

La política de Los Reyes Católicos al conquistar una ciudad, una de las principales actuaciones, era consolidar la iglesia2, por lo que en ocasiones, reconciliaban y adoptaba la mezquita como templo catedralicio, seguida de la erección y fundación de parroquias en la que pronto se instalaban cofradías gremiales y de pasión, mientras que las asistenciales se vinculaban a hospitales, cuestión ésta que también ocurriría en Vera. Esta ciudad nazarí con su pasado islámico de espacio urbano y entorno, tras su conquista por Fernando el Católico en 1488, una de las primeras actuaciones fue consolidar la Iglesia y, por tanto, se consagra la Mezquita mayor bajo la advocación de Santa María, lo que posibilitaría la instalación de cofradías y hermandades.

Virgen de los Reyes Católicos, una pieza de finales del siglo XV

Virgen de los Reyes Católicos, una pieza de finales del siglo XV

También las órdenes religiosas ofrecían a las nuevas cofradías sus templos conventuales, logrado éstas una cierta independencia de los párrocos. El concilio de Trento impulsó la difusión de la religiosidad por signos visibles como formas de propaganda y lucha contra las ideas reformistas. Entre las manifestaciones externas que se fomentan se encuentran los actos de Semana Santa en recuerdo de la Pasión y Muerte de Jesucristo. Las procesiones y los actos de culto tenían como objeto encender el sentimiento religioso y servir, por medio de las imágenes, como mediación entre lo humano y lo divino. No hay que olvidar que tanto la jerarquía eclesiástica como el clero ejercían cierto tipo de control sobre estas agrupaciones laicas de fieles, y que la fundación de nuevas cofradías estaba supeditada al permiso y aprobación del obispo diocesano. Las autoridades municipales también quisieron someter a las nacientes cofradías a férreos controles para evitar la alteración del orden establecido.

Un conocimiento integral del fenómeno cofradiero ha de contar necesariamente con un análisis de la norma reglamentaria que justifica, en el plano legal, la existencia de las cofradías y hermandades de pasión y permite acercarnos a sus órganos internos de dirección. Las hermandades aprobaban las Reglas, Ordenanzas o Constituciones, en las que detallaban en cada uno de los capítulos la actividad de sus miembros, sus fines de culto, los compromisos que adquirían los cofrades al solicitar su admisión, así como las prestaciones asistenciales que recibían Los cofrades no utilizaban palabras mal sonantes y deshonestas en sus conversaciones, ya que el sentido del ejemplo y perfección en el seno de la colectividad son componentes muy importantes. Debido a su representación en el cortejo de Semana santa, el Libro de las reglas ocupa un lugar destacado en la cabeza de la procesión.

Desfile procesional en Vera

Desfile procesional en Vera

El control que sobre las hermandades y cofradías disponía la autoridad eclesiástica, también se decreta en una Real Cédula de Carlos I que obligaba, bajo duras penas, al cumplimiento de lo dispuesto en la legislación. La promulgación de un decreto de 15 de marzo de 1703, se hace en función de una correcta representación de la pasión de Cristo, se determina alterar el tradicional aparato escenográfico de los pasos e imágenes. Se ordena suprimir de las imágenes cristíferas las cabelleras de pelo natural, los bordados de las túnicas, las coronas y potencias de plata y otros metales preciosos, los remates de plata de las cruces de Nuestro Señor, así como cualquier material para la fabricación de éstas que no sea de madera; las sogas de seda, etc. En lo que se refiera a los pasos e imágenes de Vírgenes, se prohíben los vestidos de follajes y mangas con bordados y puntillas y las alhajas de plata, ya que, a juicio del legislador, “todo lo susodicho cede en irreverencia de dichas Sagradas imágenes”. El texto exhortaba a los gobernadores, priostes y cofrades a su cumplimiento, o si no, incurrían en pena de excomunión y multa de 50 ducados. Aunque el edicto recogía lo dispuesto en la sesión 25 del Concilio de Trento y en las Instrucciones del cardenal Borromeo3, disposiciones vigentes con anterioridad a las que estaban obligadas las cofradías, éstas no lo cumplían, como lo demuestran las documentaciones de la época.

La mayoría de las Cofradías fundadas tras el Concilio, incluyeron la penitencia de sangre o flagelantes

La mayoría de las Cofradías fundadas tras el Concilio, incluyeron la penitencia de sangre o flagelantes.

LAS DISPOSICIONES DURANTE EL SIGLO XVIII

En el último tercio del siglo XVIII un verdadero torrente de disposiciones legales afectan a las cofradías. En un intento de ofrecer una nueva dinámica en las estructuras se sucedieron las órdenes del conde de Aranda, de 28 de septiembre de 1770 y las del 30 de abril y 13 de septiembre de 1771, surgidas a la luz de la resolución-dictamen del Supremo Consejo Supremo de Castilla de fecha 10 de enero de 1770. En éste se resolvía la obligación que tenían los hermanos de presentar en el Consejo sus documentos de constitución, reglas de gobierno, licencia episcopal y privilegios de funcionamiento. De no hacerlo así, la corporación debía considerarse suprimida. Por otra parte, según lo dispuesto por Aranda, tan sólo debían subsistir las corporaciones que se empleaban en asistencia de hospitales y cárceles, en el recogimiento de los pobres o en la adoración del Sacramento. De nuevo en 1777 la autoridad eclesiástica, a instancias del poder real, dictó normas sobre las cofradías de Pasión, concretamente en sus aspectos externos y procesionales. Una Cédula de Carlos III, con fecha de 20 de febrero de 1776, prohíbe la presencia de aspados y disciplinantes en las procesiones, los bailes delante de las sagradas imágenes, las procesiones nocturnas y rostros tapados.

Manifestación procesional en el siglo XVIII

Manifestación procesional en el siglo XVIII

A pesar de todo ello, algunas cofradías y hermandades continuaban desafiantes, ajenas a la nueva realidad. Así otra real cédula de Carlos III, datada el 23 de junio de 1783, extinguía las hermandades gremiales y todas las existentes sin autorización real o eclesiástica. Para poder subsistir se obligaba a las corporaciones a redactar nuevas Reglas de gobierno, las cuales habrían de ser estudiadas y, en su caso, aprobadas por el Supremo Consejo de Castilla, tras lo cual podrían obtener autorización eclesiástica para su existencia”.

Petimetra española ataviada para una procesión de Semana Santa, según la costumbre del siglo XVIII

Petimetra española ataviada para una procesión de Semana Santa, según la costumbre del siglo XVIII

1 Reder Gadow, M.: “Las organización de las cofradías andaluzas”. Rev. Andalucía en la Historia, nº 15, enero, 2007, pp. 10-15.

2 Tras la reconquista del reino de Granada, por los Reyes Católicos, La Reina Católica introduce la devoción Mariana en Granada a través de un cuadro de los Dolores de Maria, en su quinta Angustia, más conocida como Ntra. Sra. De las Angustias, Patrona de Granada y de su archidiócesis, coronada Canónicamente a principio del siglo XX.

3 Carlos Borromeo, fue un Cardenal italiano, arzobispo de Milán y uno de los grandes reformadores católicos de la época postridentina. Era sobrino del papa Pío IV y la Iglesia católica le venera como santo.

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