SIBARITAS DE LOS BUENOS CALDOS

Sirva este artículo que publico como evocación en el recuerdo a D. Antonio Carmona Gallardo y a todos aquellos amigos que, junto a él, compartimos entrañables y placenteros ratos de amistad saboreando una copa de excelente y refinado vino.

SIBARITAS DE LOS BUENOS CALDOS

El pasado mes de marzo, invitado por D. Ginés Carmona Baraza, gerente del prestigioso restaurante Terraza Carmona de Vera (Almería), asistí a una cata de vinos acompañada ésta de una charla-coloquio impartida por D. Jesús Pérez Pérez, comercial de la Bodega Victorino Martín, creador de una de las ganaderías de reses bravas más importantes del mundo y, últimamente, empresario vitivinícola.

D. Jesús, tras ofrecer una copa de vino blanco a los asistentes invitados, nos dijo que la referida bodega está ubicada en la localidad extremeña de Villanueva de la Serena (Badajoz). De inmediato, pasó a explicarnos las particularidades, características y cualidades del sabroso caldo que comercializa. Nos dijo que el vino que estábamos degustando era vendimiado por la noche, durante el mes de octubre; recolectado por las mejores manos de la bodega: tres mujeres que, con superior criterio, seleccionan los racimos descargados en la cinta corredera; prensado durante un día entero en los depósitos de la bodega; fermentado el mosto entre 21 y 27 días, prestando el enólogo toda su sabiduría en el mimo y cuidado del mismo; reposado en botella tras seis meses antes de ser consumido, etc. Asimismo, indicó en su explicación que, como resultado de todo esto, nace un caldo único que comulga con la tierra extremeña que le presta sus nutrientes, lluvia y sol, y que las personas que lo elaboran, cómo no, dedican todo su saber al esfuerzo de crear un producto excepcional e inigualable, es decir, un vino blanco de extraordinaria calidad, de color amarillo intenso con tonalidades verdosas, de notas olfativas nunca antes conocidas y de gusto alegre, redondo y elegante. Acabó su disertación manifestando que Victorino encontró la bravura sobre la dehesa y, con estas viñas, le ha extraído la suya al subsuelo.

Días previos a la cata, el grupo de amigos que asiduamente nos reunimos para tomar el aperitivo en Terraza Carmona, tuvimos una conversación sobre la degustación de vinos: si pica o no pica, si entra bien o no… Escuchando la plática, pero sin hablar ni una palabra por ser más que profano, lego en la materia, oía, estupefacto y con admiración, cuán sabiduría poseía uno de los contertulios a la hora de hablar de preciados caldos saboreados y degustados en las muchas bodegas que había visitado. No solo era yo el sorprendido; otros, no todos, en honor a la verdad, también. Así las cosas, me enteré, con todo lujo de detalles, de la elaboración de un vino desde la plantación y recolección en los viñedos hasta su distribución, pasando por los procesos de prensado, fermentación, maduración, embotellado y taponado. En resumidas cuentas, la charla de don Jesús, no la cata, no me sorprendió en nada, ya que todo, en relación a la elaboración del vino, lo tenía aprendido y bien aprendido, gracias al ilustre contertulio.

Después, meditando en casa sobre lo comentado, me di perfectamente cuenta que estábamos conversando con una persona de exquisito y refinado gusto, es decir, un auténtico sibarita de los buenos caldos. Posiblemente, sus ancestros procediesen, supongo, de Síbaris, antigua ciudad italiana en el golfo de Tarento, distinguiéndose sus habitantes por su exquisitez.

Otro contertulio, mi amigo Paco, en su día, y dándole vueltas a lo mismo me decía: “Mira, Diego, es ilimitado el número de cosas que podemos y merece la pena conocer; el vino, también. Pero, ¿por qué se le ha dado tanta enjundia en los últimos treinta años? Sencilla y simplemente por su interés económico, apoyado con el diseño de una estrategia de marketing que, a la vista de los resultados, supone un aumento de producción, un incremento de usuarios, y la creencia que saber de vinos está bien visto entre los consumidores, máxime si se organizan campañas de difusión y toda la parafernalia que ello conlleva. Por tanto, Diego, hace más de treinta años a nadie se le ocurría poner tanto énfasis ni presumía en lo que comentamos. Es más, si te pasabas un poco estaba mal visto e incluso se podía asociar con dependencia. Entonces, según esto que te comento, parece ser como si el vino se hubiese descubierto ahora, es decir, de esos años para acá ya que la jerga asociada a él conlleva distinción, prestancia, clase y prestigio. Pues bien, amigo Diego, mi parecer es que solo los buenos profesionales entienden de vino y… algo que se conoce y se consume desde hace siglos, entre amigos, hablar con ínfulas y presunción como buen conocedor, hoy, quiérelo o no, amigo Diego, resulta una cursilería. Yo, como tú, pienso que si el caldo entra bien y no pica en la garganta como tú bien dices…, es un vino aceptable y que se puede beber, aunque los dos seamos legos en la materia.”

Diego Morales Carmona
Diego Morales Carmona

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