Se transcribe el hasta ahora desconocido sermón de don Francisco Díaz Núñez, vecino y presbítero de Vera (Almería) en el año 1917, dado en ese mismo día de san Cleofás en la Parroquia de La Encarnación de Vera. Disfruten de este curioso documento, inventariado y conservado en este Archivo Municipal de Vera (caja 5132).
A SAN CLEOFÁS
SERMÓN PRACTICADO EN LA IGLESIA PARROQUIAL DE VERA EL 25 DE SEPTIEMBRE DE 1917 POR MÍ, FRANCISCO DÍAZ NÚÑEZ, A LA ENTRADA DEL 4º AÑO DE LA GUERRA EUROPEA.
SERMÓN A SAN CLEOFÁS
“Qui non diligit manet in morte”. El que no ama permanece en la muerte.
Respetables ministros del altar:
Excelentísima Corporación Municipal
Amadísimos Hermanos en N.S.J.
Hombres de esclarecido talento y de vasta erudición han venido ocupando por muchos años en este día este lugar sagrado para cantaros las epopeyas de vuestro pueblo y ensalzaros las virtudes de vuestro santo.
Hoy será una sorpresa para vosotros verme ocupando la cátedra del Espíritu Santo [cuando…] [roto] debía haber recaído en otra persona más digna y competente que yo que os hubiera hablado del asunto locuazmente ¡[roto] que podéis esperar de mí! Cuantas vueltas y revueltas le he dado al asunto para ver qué deciros, pero como Dios acude siempre a la mayor velocidad, creo y confío en él que me ayudará para salir de tan ardua empresa, y si en algo soy deficiente, como es natural que lo sea, espero también de vosotros que seréis muy indulgentes.
Veo traslucir en vuestros semblantes en este día dos cosas muy contradictorias: alegría y sentimiento, alegría por celebrar la festividad de vuestro patrono. Sentimiento, no sólo por las tristes y lamentables circunstancias por que hoy atravesamos, por desgracia, son también por otra causa que [b…e] arrasar los ojos en lágrimas, y es al v[ivir]el deplorable estado en que han venido a parar aquellas faustas solemnidades que con grande amor y fé solemnizaban la fiesta de nuestro venerable Patrón San Cleofás nuestros antepasados.
Necrópolis de Notre-Dame de Lorette, en Ablain-Saint-Nazaire, Francia
FOLIO 2
¿Creéis por ventura o se podrá decir que nosotros celebramos esta festividad? De ningún modo. Estas fiestas no son más que un bosquejo, una sombra de lo que antes eran en realidad. Si nuestros antepasados levantaran la cabeza de vergüenza se volverían a sus sepulturas al ver que ha desaparecido de la sociedad de los hogares aquella fé que ellos supieron consolidar y enseñar en los corazones de sus hijos y que la Iglesia, nuestra madre, por medio de sus ministros, procuraban y procuran sembrar este dulce semilla, y por la que aquellos nuestros antepasados fomentaban y daban culto a su patrón, hoy no les extrañaría que hayan decaído estos cultos, porque la fé y solamente la fé, juntamente con la piedad, es la que hace levantar los corazones del lecho de la indiferencia e incredulidad en que yacen la mayoría de los católicos.
Nosotros tenemos un deber ineludible porque somos descendientes de aquellos en cuyos corazones la fé les abrasaba de honrar y venerar a nuestro patrono, ya considerando su linaje, la misión santa que le confiara el mismo Jesucristo, y el martirio que recibió de sus enemigos, mereciendo con esto no sólo ser ciudadano escogido del vino de los cielos sino también ser nuestro protector y por él más hemos vertido múltiples gracias y beneficios.
347 años hace; o sea, tres siglos y medio, que en gracias al valor heroico de nuestras tropas, juntamente con las que nos auxililaron de Lorca y Cuevas, pusieron en fuga a su numeroso ejército, que armados y pertrechos de municiones, querían conquistar esta fortaleza de Vera;
FOLIO 3:
y en virtud a esta victoria obtenida, los mayores de nuestro pueblo juntamente con él, propusieron a la Sede nombrara como patrono de esta Ciudad al santo al cual celebramos hoy su festividad.
Por tantos peligros y vicisitudes por que han tenido que pasar los nobles hijos de esta Ciudad de todos ellos han sabido vencer, merced a la posterior especial de nuestro Santo.
Vosotros que llenos de fervor venís a este santo templo para solemnizar la festividad que tributáis a vuestro patrono, procurad que mis palabras enciendan en vuestros corazones la fé, y al mismo tiempo que la Caridad sublime que siempre resplandeció en nuestro santo; y para corregir esto voy a presentároslo como verdadero modelo de virtud y de caridad, y al mismo tiempo haceros ver que en las naciones y pueblos en los cuales no rigen los principios fundamentales de la Religión, cuales son la fé y la caridad; estas naciones y pueblos no prosperan, sino que van de mal en peor, sufriendo éstas y otras calamidades que en el presente hoy nos afligen.
Ayúdame santo mío para que yo pueda en este día ensalzar tus glorias y para que este tu pueblo te glorifique, y que movidos de sus corazones de esta fé y caridad, con más entusiasmo y más regocijo, celebren en adelante tus festividades.
Y para hacerlo en el acierto de todo y saquéis el fruto deseado, invoquemos los auxilios de la divina pracia por la intercesión de la santa Virgen saludando con las palabras del ángel, Ave María.
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“Tema ut supra”
[asunto de más arriba]
Dirigid vuestras miradas por un momento a las naciones que están en lucha y contemplaréis el cuadro más horroroso que las generaciones pasadas desde la creación del mundo hasta nuestros días y las que nos han de sobrevenir después han podido admirar. Ni los poetas en la inspiración de las musas pueden hacernos una descripción de ella, ni los pintores de más renombre con su hábil pincel pueden pasar al lienzo un cuadro donde se nos representen todas las amarguras y daños de esta guerra mundial.
¡Cuántos millones de madres enlutadas lloran la muerte de sus hijos, y cuántos hijos lloran la muerte de sus padres!, pues son millones de víctimas las que han sucumbido en el curso de la guerra: ¡con cuánto sentimiento no abandonarán estos hijos el hogar paterno!… ¡y qué dolor tan triste la despedida del marido de su esposa y de sus hijos! ¿Se puede describir aquel tierno abrazo y beso de despedida sin saber si volverán? ¡Cuán triste es siquiera pensarlo!… Y en vosotras, madres que me escucháis, que no sentís por ahora gracias al cielo, ese peso de dolor y de la amargura, creo sin embargo ¿o si?, salir de nuestros pechos suspiros de dolor que ahogan vuestra garganta, como si creyérais recibir en este mismo momento aquel último abrazo y último beso bañado en lágrimas ni el alejarse de vuestro lado aquel pedazo de vuestras entrañas, que a tierras lejanas marcha a morir, a ser pisoteado por caballerías desenfrenadas en el fragor del combate o por compañeros o enemigos o destrozados y hechos polvo por una timba de cañones enemigos.
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Oyeron nunca nuestros antepasados el nombre de zepelines, aeroplanos, biplanos que surcan el espacio con la velocidad de un rayo a llevar la muerte, la desolación a los que llaman enemigos que son sus hermanos. Submarinos que atraviesan el océano causando en él muchas víctimas y pereciendo sin auxilio en medio de las erizadas olas del mar… Y esos cañones monstruosos que han convertido en ruina fortalezas inexpugnables, campiñas fértiles en montañas de cieno, incendiando y convirtiendo en minas muchísimas ciudades y muchos templos católicos de grande estima; y lo que es más: miles de familias privadas de sus hijos, de sus casas, de sus bienes y comodidades, viviendo despatriados [sic] en la mayor miseria.
¿Será difícil averiguar el origen de los males que afligen al mundo entero en la época presente?
Bien claro está ante vosotros y ante el mundo entero, porque ya lo vemos y lo tocamos:… y es que aquella fé que Cristo enseñara [en] aquella doctrina llena de amor y de caridad, aquel gran precepto de Cristo de que nos amáramos los unos a los otros, ha desaparecido de la faz de las naciones, siendo esto causa de los males que, por desgracia, hoy nos afligen.
No podemos negarlo en verdad porque entonces nos opondríamos a la historia que algunas naciones han tenido una época floreciente y se han distinguido de los demás cuando la doctrina del Crucificado ha tenido allí su asiento y en ella ha habido verdadera fé y verdadera piedad.
La fé, lo mismo que hace grande a las naciones hace grande a los individuos y tanto los unos como los otros son grandes delentes del señor. Con razón decía el apóstol que sin la fé es imposible agradar a Dios, pero entendedlo bien, hermanos míos, que sólo la fé no justifica, como quieren los protestantes, si [no] van, al mismo tiempo con las obras.
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Ya nos lo dice el apóstol en otro lugar de una manera clara y terminante “Si tuviéseis tanta fé que tras la deeseis los montes de un lugar a otro, si no tuviéseis caridad de nada os aprovecharía”. “Fide sine operibus natura est”.
Hoy casi puede decirse que no hay naciones ni provincias ni pueblo ni criaturas que no hayan caído en el abismo de la impiedad de la indiferencia, se han alejado de su Dios, han despreciado su ley, sus preceptos, y como castigo a su rebeldía descarga sobre de ellos la espada vengadora de la mano oculta del Dios de la Justicia.
Las naciones y los pueblos no prosperan debido a la mala fé de sus hijos y de sus gobernantes, que son hombres que no procuran más que su bienestar sin preocuparse de los deberes sagrados que tienen para con sus súbditos. La vida presente es para ellos como para todos los demás la única donde se goza, donde se vive, donde se muere, sin creer que después de ésta haya otra donde tengan que rendir cuentas a ningún ser superior ni para ser premiadas las obras buenas, ni para ser castigadas las malas.
A tal estado ha llegado por la corrupción del corazón. No creáis que exagero: creo decir la verdad escueta y clara, para convenceros si posible fuera examinada la vida de todos y cada y uno de los individuos de la sociedad y veréis cómo en el creer y en el obrar, sobre todo, ninguna de sus obras corresponden con las leyes que como cristianos la Religión nos impone.
¿Creemos y obramos así nosotros? ¿Vivimos conforme con el espíritu del siglo? Si así somos podemos decir en verdad que no tenemos nada de cristianos, que nuestro corazón pervertido en las cosas del siglo ha olvidado a su Dios, ha despreciado a sus leyes, y por eso vemos en la sociedad criminales, ladrones, usureros, calumniadores, blasfemos, reinando otras muchas pasiones también muy denigrantes que todos conocéis.
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¿Obramos y creemos según las máximas de Cristo? Entonces nuestra vida ha de ser perfecta, hemos de imitar en todo a nuestro ínclito patrón, y si queremos gozar de aquella aureola de gloria que tiene en el cielo es necesario que guardemos las leyes y preceptos del Señor “denua manudata mea”·
No de otro modo tenía que creer y obrar nuestro patrón y por eso es grande delante de Dios y lo es delante de los hombres.
¿Queréis que os diga de nuestro patrón Cleofás? Que trató su morada en el Castillo de Emaús, lugar que distaba de Jerusalén 60 estadios: y según la tradición fue hermano de aquel casto varón que Dios eligiera entre todos los hombres para ser esposo de la Santísima Virgen, prima hermana de ésta y de Santa Isabel María, del Bautista. Fue padre de María Salomé y de otra de las Marías que fueron las explícitas compañeras de la Santísima Virgen en sus angustias y dolores, de Santiago El Menor, de José de Arimatea, aquel varón compasivo que ayudó a llevar la cruz de Jesús hasta el Calvario, de Judas el apóstol y de san Simeón, Obispo de Jerusalén.
El martirólogo romano nada nos dice de él, pero en el Evangelio de san Lucas (capítulo 24, versículos de 13 a 35), que se canta el segundo día de Pascua de Resurrección, es donde expresamente se hace mención del nombre de Cleofás. Héle aquí al pie de la letra: “Dos de los discípulos de Jesús iban en el mismo día a un Castillo llamado Emaús que distaba de Jerusalén 60 estadios. Y ellos hablaban entre sí de todas aquellas cosas que habían acaecido, y sucedió que mientras hablaban y se preguntaban mutuamente, el mismo Jesús se acercase y caminar con ellos. Pero los ojos de ellos estaban ofuscados para que no le conociesen. Y les dijo: ¿Qué conversación es ésta que lleváis entre vosotros, caminando, y por qué estáis tristes? Y respondiendo uno, por nombre Cleofás, le dijo: ¿tú sólo eres peregrino en Jerusalén y, no tienes noticia de las cosas que han sucedido en ella en estos días? Y Él les dijo: que (¡Oh sabiduría infinita!), y ellos respondieron acerca de Jesús Nazareno, que fue un varón profeta, procuró en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo: y como los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados le entregaron
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para que fuese condenado a muerte y le [sic] crucificaron; nosotros, pues, esperábamos que él habría de redimir a Israel: pero ya es hoy el tercer día que sucedieron estas cosas. También unas mujeres de las nuestras nos han atemorizado, pues antes del amanecer fueron al sepulcro y no habiendo hallado su cuerpo volvieron diciendo que habían visto también unos ángeles aparecidos, los cuales dicen que Jesús vive. Y algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron ser así como las mujeres habían dicho: pero a él no lo encontraron. Y él les dijo: ¡Oh necios y tardos de corazón para dar crédito a todo lo que dijeron los profetas! ¿por ventura no fue conveniente que Cristo padeciese estas cosas y de este modo entrar en su Gloria. Y comenzando desde Moisés y todos los profetas, les interpretaba cuanto había en las Escrituras en orden a él. Y llegaron cerca del castillo adonde iban y él hizo descentración? de sí más lejos. Le detuvieron diciendo: quédate con nosotros porque se hace tarde y va ya a anochecer. Y entró con ellos, tomó el pan y lo bendijo y lo partió, y les daba a ellos. Y se les abrieron los ojos y lo conocieron, y él se desapareció delante de sus ojos. Y se dijeron mutuamente: ¿no nos ardía nuestro corazón dentro del pecho cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras? Y levantándose al instante se volvieron a Jerusalén y hallaron juntos a los once y a otros que estaban con ellos, diciendo: El Señor ha resucitado verdaderamente y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaban lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en el partir el pan”. Bienaventurado seas Cleofás, porque tuviste la dicha de que el mismo Jesús te acompañara cuando caminabas con tu amigo a tu casa, Castillo de Emaús, y que el mismo estuviese sentado con vosotros a mesa y recibiérais pan de sus propias manos. No cabe duda, Cleofás: tú fuiste ilustrado en el camino de Emaús de todas las verdades de la Sagrada Escritura. Allí te ungió con los dones del Espíritu Santo y, libre su alma del velo de la ignorancia y llena de una luz celestial, corrió al momento sin dilación a predicar a los judíos la verdad de la Resurrección con espanto y asombro de los mismos.
La pertinacia en la predicación y el efecto tan prodigioso que causaba su palabra convirtió a muchos judíos a la fé del Crucificado. Tanto era su celo y abnegación por la gloria de Dios, que despreciaba las []igueras, refrenó con heroísmo, los impulsos de la carne, sufría por amor a su Dios las muchas injurias de parte de sus enemigos.
Dios no apartaba los ojos de su hijo predilecto, quiso que viniera por algún tiempo después de su muerte, y que desde entonces empezara a tejer la inmor[]table corona de flores y
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de espinas que había de merecer por sus virtudes y sufrimientos. Siente una inmensa caridad para con aquel pueblo deicida y nada se le importa sacrificar su vida por él.
Era precioso que sufriese grandes males y penalidades para llegar al apogeo de la perfección evangélica que derecha, por la que le pedía sin cesar a Dios le diese a gustar de llevar la copa de la amargura.
No pasó mucho tiempo cuando se vieron cumplidos los designios del Señor, y en manos de sus enemigos, sufriendo tormentos inhumanos con la mayor resignación y alegría, entregó su alma a su Creador.
Vosotros, nobles hijos de esta muy noble y muy leal Ciudad de Vera, que os gloriais de tener por patrón a este esclarecido mártir del Cristianismo, gloriaos también de ser descendientes de aquellos tan valerosos e ilustres conquistadores que sufrieron con sus armas defenderse muchas veces de aquellas hordas salvajes del mahometanismo, mereciendo los aplausos y los vítores de cuanto le conocían, mereciendo por esto que nuestros Reyes, los Reyes Católicos, les concedieran honoríficas distinciones transmisibles a sus hijos y descendientes.
Tan valientes eran aquellos nuestros antepasados que la Historia los eleva y realza por la defensa siempre heroica de su patria, religión y monarquía, y según los historiadores Loaysa Mendoza y Flores, dicen que muy pocas ciudades de España merecieron tan noble y realzado valor que la de Vera: ellas socorrió en frecuentes ocasiones a la Ciudad de Almería, durante las varias correrías y rebatos que hubo en sus fronteras.
Tan puro fue su amor a la Religión y a la patria que la rebelión y apostasía de todos los pueblos de Granada no tocó a Vera, manteniéndose fidelísima a sus leyes y a su Religión. Estos pueblos revolucionarios y capitaneados por su Rey Abénhumeya, hombre inculto, pues, según la historia no sabía ni escribir, se vió sorprendida nuestra Ciudad, que era de escaso vecindario, de 25000 moriscos, de los sublevados y de los que en su auxilio habían arribado por sus costas, fue cercada y sitiada nuestra Ciudad, con pertrechos de armas y municiones para hacer brechas en las murallas y tomar por suya la ciudad la víspera de la fiesta de Nuestro Patrón San Cleofás, que se viene celebrando desde el 25 de septiembre de 1569.
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No se arredró ni concibió temor la Ciudad en vista del enemigo tan numeroso, antes bien, en los varios asaltos que dieron fueron rechazados con heroico valor por los valientes soldados que guardaban sus muros.
Como era natural, descuidada por entonces, no tenía bastante guarnición para defenderse de tan vasto enemigo, y a consecuencia de esto iban avanzando y estrechando más el cerco, y notablemente diezmada tan valerosa guarnición, por lo que fue preciso implorar el favor y auxilio de la inmediata ciudad de Lorca, para lo que fue comisionado el Bachiller Juan Soler, regidor perpetuo, que por ausencia del Señor Méndez Pardo, corregidor de ella, ejercía la Real Jurisdicción, convocó sus capitulares a cabildo, donde se acordó despachar pliego por triplicado para Lorca, y que en hora de tres fueron saliendo de esta Ciudad a la ciudad indicada.
No faltaron caballeros para esta noble misión y el primero de ellos que salió con su pliego fue Adrián Leonés, y le siguió por orden Mateo Núñez y Diego Céspedes.
Mas el caballero del segundo pliego, cuando llegó a Lorca, la vio en agitado movimiento, y saliendo parte de la ciudad la gente honrada de aquel pueblo, que en animosidad partía al socorro de ésta y el caballero del último pliego encontró a la Legión de socorro en el camino que a toda prisa marchaba; y al llegar a la jurisdicción de Vera acampó en el sitio sur, entre el mar y la ciudad, que dicen el Llano, y es tradición que traían consigo una imagen de Nuestra Señora de las Huertas, con un oratorio portátil en que se celebró el santo sacrificio de la Misa, y con tan plausible motivo se erigió en el mismo sitio la ermita dedicada a Nuestra Señora de las Huertas que todos conocéis.
Además, noticioso del asedio, el Alcalde del Castillo de la Villa de Cuevas, capitán don Pedro Jordán de Tortosa, puso en marcha a los pocos soldados que moraban en el Castillo, y con instrumentos bélicos salió haciendo un ruido tal, como si fuese un ejército regular, que
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al aproximarse a la Ciudad, los mahometanos se pusieron en guardia y, al observar que el ejército aliado de los lorquinos entraban en contacto con la gente armada que venía de Cuevas, desampararon el sitio, dando ejemplo. En primer lugar el Cuartel Real con su Rey, Abénhumeya a su cabeza, huyendo vergonzosamente hacia Cuevas, talando y quemando a su paso el huerto cerrado que en aquella villa tenía el Marqués de los Vélez, don Luis Fajardo de Requesens, en odio a que éste les perseguía como General, que era de las tropas que venían en socorro de la Ciudad de Vera.
Coronados y laureados de gloria nuestros soldados en tan brillante victoria obtenida y libre nuestra Ciudad del asedio de tan formidable enemigo, los nobles hijos de esta Ciudad, juntamente con el pueblo dieron gracias al señor como justamente correspondía, invocando de la Santa Sede nombraron como patrono de esta Ciudad a S. Cleofás, con rito de 1ª clase a la que asistiera su Muy Leal Cabildo con el Pendón Real y demás insignias, en conmemoración de una de las más gloriosas hazañas acaecidas durante la Reconquista.
Y si tan rico fue en virtudes tan exclesas nuestro patrono, ¿por qué no le imitáis en su vida santa y cristiana y principalmente en su ardiente fé y caridad para con el prójimo? “Qui non diligit manet in morte”. [Quien no ama permanece en la muerte]. El que no ama a su hermano está en brazos de la muerte. Las puertas del cielo no se abrirán y no tendrá parte en el Reino de los escogidos si no amamos al prójimo como amamos a Dios, porque como dice Santo Tomás, la caridad con que amamos a Dios es la misma con que amamos al prójimo.
Yo os exhorto a que tratéis de imitar sus virtudes y abrasaros en la justa caridad y hacia el prójimo.
Y vosotros los que para solemnizar más y más la festividad presente obran conforme al espíritu de vuestro patrono el agradecido, tenderá sobre vosotros su mano protectora, os calmará de una lluvia de gracias, fructicará [sic] vuestros campos, intercederá por la paz de las naciones para que haga decrecer ese río de sangre humana causa del orgullo y soberbia de los hombres.
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Intercederá también para que haya en nuestro pueblo hombre de buena voluntad que movidos de nuestra miseria trabajen en bastante interés para conseguir de los altos poderes el encauzamientos de las aguas del Almanzora para regar nuestros estériles campos y convertirlos en rica campiña, para que sus hijos, que a tierras lejanas marchan a ganar el pan para su esposa e hijos, puedan encontrarle en esta su patria chica, gozando de la tranquilidad y delicias de su casa, de su esposa y de sus hijos.
¿Habrá algún hijo de Vera que sea moroso, que no presente su verdadero apoyo, movido por egoísmo? Lo dudo; pero si le hubiera, mereciera ser arrojado del pueblo y ser muerto a pedradas, como eran castigados los de la antigua Ley cuando faltaban a la santificación de las fiestas*.
Y vos, santo bendito, patrono amantísimo de nuestras almas, tened una mirada cariñosa sobre los habitantes de este pueblo, que cifran su dicha y su gloria de teneros [por] patrono.
Todos son nuestros hijos, amparadlos a todos para que imitándoos aquí en la tierra, vuestra suerte y sublime vida, llena de amor y caridad hacia el prójimo, sin la cual no hay paz en esta vida ni felicidad en la otra, tengamos después la dicha de acompañaros en el cielo por una eternidad de eternidades que a todos deseo.
Amén
[Firma:] Francisco Díaz Núñez
* En cambio, merecerían los hombres de buena voluntad si llegaren a corregirle, levantarles un monumento en plaza pública para que se perpetuara la memoria de ellos.
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FRANCISCO DÍAZ NÚÑEZ. Presbítero. Padrón del año 1908. Calle Isabel La Católica. Edad: 38 años, soltero. Nació en 1870, aprox. No nació en Vera, sino en Chercos, municipio de Almería de la zona de los Filabres. Numero casa: 743.
Madre, viuda: Ana Núñez Rubio, de 57 años. Nacida en Vera. No se casó con su marido en Vera ni su difunto murió en Vera. Hermano Pedro Díaz Núñez, de 23 años, zapatero.
Ya no aparecen en el padrón de habitantes de 1924, a excepción de Pedro Díaz Núñez, todavía siendo vecino de la Calle Isabel La Católica, con 35 años.
Según fuentes consultadas por Magda Navarro Arias, investigadora histórica, en el diario La Crónica Meridional, de 5 de noviembre de 1912, página 4, se indica que en el mes de febrero de 1915 quedó constituida la Junta de Socorro, formada por el Presidente Miguel González Ramírez (Alcalde) y uno de los vocales era Francisco Díaz Núñez.
También se indica que la Junta de Defensa de los Intereses Morales y Materiales de la Muy Noble Ciudad de Vera se fundó en febrero de 1915, siendo Alfonso López Sánchez el presidente. Francisco Díaz Núñez pertenecía a ella como capellán del Asilo de ancianos desamparados. Otros miembros eran don Manuel Giménez Canga-Argüelles y don Eusebio Garres Segura, como secretario de ella.
En el Diario La Independencia, de 25 de marzo de 1909, página 2, leemos que el Ilustrísimo Obispo nombró a varios coadjutores, entre ellos a don Francisco Díaz Núñez para la parroquia de Serón.
Magda Navarro Arias (fuentes periodísticas)
Manuel Caparrós Perales (transcripción)