Instituto Laboral
La mañana era fresca, y el cielo, cubierto de nubes de color plomizo, anunciaba lluvia. El aire húmedo del temporal de levante, asistido por un tenue silbido, cimbreaba las ramas de palmeras y hojas de árboles de ese bello y precioso jardín que tenemos en nuestra Vera querida: La Glorieta. Entonces, observándola y fijando la vista a mi rededor pude contemplar la espectacular belleza que, ante mí, la Madre Naturaleza ofrecía: el ficus centenario de hoja pequeña, la araucaria de pisos, palmeras, cipreses, hibiscos, Santa Rita, claveles, rosas, jazmines, margaritas…, así como esa excelente panorámica conformada por ese inmenso y vasto valle limitado por sierra Cabrera y Almagrera con el mar al fondo confundido con el cielo grisáceo.
Tras un paseo por su periferia, con vista al exterior, observé las transformaciones habidas en su entorno. Valga como ejemplo el Instituto Laboral «Fernando el Católico», ahora llamado «Alyanub». Recuerdo que cuando cursaba estudios en él, visto desde el ángulo interior de la Glorieta más próximo, otrora cercado por una valla de piedra y sobre ella una alambrada, visualizo las escaleras descendentes que conducían a la cantina,-dependencia esta donde comían los alumnos que venían en un pequeño autobús denominado «El Correíco», que recogía alumnos de Bédar, Los Gallardos, Turre y Garrucha, ya que los de Palomares y Antas venían en bicicleta-; la pared con espalderas; las canchas de suelo de tierra apisonada de baloncesto y balonmano; y el foso de arena. Más al fondo, una puerta metálica, casi siempre cerrada que conducía a un rellano al exterior y a la carretera. Todo lo narrado constituía la parte oeste del Instituto, es decir, el lugar donde se ejercitaba la clase de gimnasia y deportes.
Pues bien, así las cosas, pensé por qué no instruirme acerca de su fundación. Dicho y hecho. Me dirigí al Archivo Municipal y el Sr. Caparrós Perales – desde estas líneas mi sincero agradecimiento por su favorable disposición a mi solicitud- me facilitó la transcripción literal del Acta Capitular nº 40, de 4 de julio de 1952, sobre su creación. En ella se pone de manifiesto el acuerdo del Ministerio de Educación y Ciencia en virtud del cual se crea en nuestra ciudad un Instituto de Enseñanza Media y Profesional de modalidad Industrial y Minera, el pliego de condiciones previsto, así como su publicación en el BOE, en el BOP y en el diario Yugo de la capital de provincia.
Pero eso no es todo. A mayor abundamiento e ilustración, el Archivero Municipal me facilitó copia del artículo «Cincuenta Aniversario de la creación del Instituto Laboral de Vera (1952-2002). Problemas de una conmemoración», del historiador Juan Grima Cervantes, publicado en la sección de efemérides de la revista Axarquía, nº 7. Compone dicho artículo una interesante introducción, antecedentes, creación, construcción, primeros cursos, celebraciones del cincuentenario, apéndice con tres documentos, así como fotografías de autoridades políticas y académicas, profesorado, alumnado y del edificio, diseñado éste por el arquitecto D. Antonio Góngora Galera, siendo Alcalde de Vera D. Francisco Rodríguez Segura. (Por su interés para quienes cursaron Bachiller en él, aconsejo su lectura).
Picada la curiosidad, teniendo conocimiento que en el blogspot de D. Simón Soler Castaño, profesor jubilado del Instituto de referencia, se encontraban las promociones de estudiantes que pasaron por el «Fernando el Católico» desde la primera, que cursó estudios en el edificio de la Falange -antiguos juzgados-, hasta la de 1962, observé que la mía, la novena, –curso 60-61- la componían 51 alumnos. Hice un ejercicio de memoria y, salvo alguna que otra excepción, todos eran conocidos. Solamente 14 finalizamos Bachiller Laboral, que llevaba aparejada una reválida y cuyos exámenes se celebraron en Elche (Alicante).
El régimen franquista y su doctrina nacional-catolicismo estuvieron muy presentes en los años fundacionales del Instituto. Recuerdo que todos los lunes, antes de entrar a las clases, unos doscientos alumnos en formación, como si de militares se tratara, cantábamos himnos patrióticos de exaltación al régimen e izábamos las banderas de España, Falange española de las JONS y San Andrés. Un alumno de superior grado – 5º de Bachiller- recitaba una consigna aprendida de memoria. Después se entraba a clase para recibir las enseñanzas propias de cada materia, además de la ejercitación de trabajos en talleres de Mecánica, Carpintería y Electricidad.
También, en el aspecto académico, la escasez de profesorado titulado como consecuencia de la depuración de enseñantes tras nuestra contienda civil hizo que el Ministerio de Educación habilitase a bachilleres y otro personal ajeno a este menester para la impartición de clases. De ahí que médicos, farmacéuticos, abogados, empresarios, jueces, sacerdotes, políticos afectos al régimen y de otras profesiones ejerciesen la noble tarea de enseñar en aras al servicio de la Educación.
Son muchos los recuerdos grabados en mi mente que, por limitación de espacio en la sección que tengo en este periódico, no saldrán a la luz; pero en la memoria de muchos de nosotros, que hicimos Bachiller en este Instituto o pasamos por sus aulas, la evocación de momentos y situaciones pasadas permanecerá imborrable como recuerdo de esa corta pero intensa etapa en nuestras vidas.
La lluvia anunciada al principio se hizo realidad, las hojas de los árboles de la Glorieta se habían limpiado, y el paisaje contemplado con vistas al mar había cambiado, y mucho. Las plantas tenían un verdor muy diferente y la tierra, estéril, la había agradecido. Desde ese bello rincón de nuestro más bonito jardín, con la rememoración de mis años jóvenes de Instituto, contemplando la lluvia, mojándome, volví a casa para escribir lo que Vds. ahora leen, con el deseo les haya gustado.
Autor: Diego Morales Carmona