HISTORIA DE LA GUARDIA CIVIL EN VERA

Excelente y exclusivo artículo de investigación sobre la Historia de la Guardia Civil en la Ciudad de Vera, por Gabriel Flores Garrido, Cronista Oficial de Vera (Almería).

Gabriel Flores Garrido

Cronista Oficial de Vera

LO ESCRITO CON MAYÚSCULAS SON FRAGMENTOS TEXTUALES DEL ORIGINAL

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LLEGADA Y PRESENCIA DE LA GUARDIA CIVIL EN VERA

(I)

El 12 de octubre es el gran día de España al confluir en él tres importantes conmemoraciones: la Fiesta Nacional, que une a todos los españoles; el día de la Hispanidad, punto en el que coincidimos casi 600 millones de hispanoparlantes con sentimientos comunes y la celebración de la Virgen del Pilar, Patrona del glorioso cuerpo de la Guardia Civil, siempre disponible para la ayuda, siempre dispuesta al sacrificio. No hay, por tanto, a mi entender, un día con mayor y más amplio significado para los españoles en general y para la Guardia Civil en particular.

Celebraciones tan transcendentes me han hecho pensar que no hay momento mejor que este para dejar constancia de la estancia en Vera de la Guardia Civil: de su llegada, de su trabajo en la ciudad y de sus cuitas, que también las ha habido, y que también narraremos, porque todos los hechos son historia y todos forman parte de ella.

Soy consciente de que, hace ya cinco años, narré una breve historia sobre la Guardia Civil que hoy, desde mi puesto de “cronista oficial de Vera” que nuestro Concejo tuvo a bien otorgarme, me complace volver a dejar reflejada con nuevos datos surgidos de nuestro rico Archivo Municipal y me produce una mayor satisfacción al “oficializar” lo ya contado hace un quinquenio. Pienso también en los que en aquel momento aún no tenían destino en nuestra ciudad y, tal vez, les gustaría conocer como fueron aquellos años de estancia en Vera vistos desde la perspectiva que dan casi 200 años de lejanía.

Así que, para los que en 2019, año de mi primera publicación, no nos acompañaban todavía y desconocen lo narrado entonces; para los que en ese año ya estaban en Vera, pero no recuerdan lo leído y para los que continúen estableciéndose en esta ciudad, en la que siempre serán recibidos con la admiración y el respeto que merecen, vaya esta pequeña historia de una convivencia que siempre ha sido cordial.

La Guardia Civil, creada el 28 de marzo de 1844 por el II duque de Ahumada, se estableció en Vera unos años más tarde al estar documentada su presencia en nuestra ciudad desde 1852, donde estableció su centro de operaciones bajo el mando de un sargento. Hasta entonces el orden público, la persecución de delincuentes y el apresamiento de contrabandistas (práctica muy frecuente en la época) era responsabilidad del Batallón de Guardias españoles, como se deja constancia en un acta capitular del 16 de enero de 1823, en la que se dice que “TENIENDO PRESENTE QUE EN ESTA CIUDAD EXISTE EL 2º SARGENTO DEL EXTINGUIDO BATALLÓN DE GUARDIAS ESPAÑOLES…” ; disuelto este en 1825, se nombra un subinspector de policía que se ocuparía, al mando de algunos efectivos, de la seguridad de Vera y su jurisdicción.

Han de transcurrir 27 años para que la Guardia Civil se establezca en nuestra ciudad, aunque su estancia es breve como podemos comprobar en las palabras pronunciadas en 1869 por el alcalde, Salvador González Gerez. Ese año, por las calles de Vera las algaradas callejeras son frecuentes y se vive una acusada inseguridad que obliga a la primera autoridad municipal a solicitar a más altas instancias “SE DIGNE CONCEDER AUTORIZACIÓN PARA ORGANIZAR Y ARMAR UNA COMPAÑÍA DE VOLUNTARIOS, FUNDÁNDOLA EN LA MALA INTERPRETACIÓN QUE POR MUCHOS SE DA A LA OMNÍMODA LIBERTAD QUE SE DISFRUTA”. Hacía referencia el alcalde a la caída de Isabel II y a la llamada revolución de 1868, que tuvo en Vera una considerable repercusión, considerando “omnímoda libertad”, como se refleja en un acta capitular de ese año, a la actitud de la Junta Revolucionaria presidida por Pascual Madoz. Esa petición, afortunadamente, no fue concedida porque habría convertido las calles en auténticos campos de batalla: carlistas e isabelinos; liberales y absolutistas, que todavía mantenían, todos, sus tendencias políticas, y no de una manera moderada, y mucho menos contenida.

El alcalde González Gerez mostraba una permanente preocupación y, para reforzar su propuesta de la formación de “patrullas callejeras”, argumentaba que era “POR LA FALTA DE LA GUARDIA CIVIL Y CARABINEROS QUE EN ELLA HABÍA”. La creación de esas patrullas, posiblemente, habría ocasionado un desorden difícil de controlar al aflorar odios, venganzas y persecuciones incontroladas.

La Guardia Civil vuelve a establecerse en Vera, pero el pago del alquiler del inmueble que ocupaban provoca algunas desavenencias con el Concejo el 7 de enero de 1877. El Ayuntamiento lamenta que “EL CUERPO DE LA GUARDIA CIVIL NO QUIERA ABONAR, POR RAZÓN DE ALQUILER DE LA CASA CUARTEL, QUE OCUPA, MÁS DE TRES REALES DIARIOS”.

El Ayuntamiento trata de llegar a un acuerdo con el dueño de la vivienda que no le resulte gravoso y sea más asequible para las arcas municipales; pero este no cede en su deseo de cobrar cinco reales y el Consistorio, que, como casi siempre, tiene sus arcas vacías, teme volver a perder la presencia en la ciudad del Instituto Armado que tan necesario era y tanta seguridad ofrecía a los veratenses. Los regidores municipales acuerdan hacer un esfuerzo y, a pesar de su escasa tesorería, deciden pagar los dos reales de diferencia entre lo que pedía el arrendatario y el arrendador estaba dispuesto a pagar, que, además, debía abonar el tiempo transcurrido desde el 1 de diciembre del año anterior, por haber sido esa la fecha de la firma del contrato. Francisco Soler Soler, propietario del inmueble se mostraba inflexible en las condiciones: precio y fechas eran innegociables para él.

Un año más tarde abandonan la vivienda de Francisco Soler para establecerse en una propiedad de Antonio Canga Argüelles, que reunía mejores condiciones, a quien debían pagar siete reales diarios, obligación atendida por el Consistorio; esta vez sí, con la ayuda de la Institución de la Guardia Civil, para aliviar al Concejo de semejante carga económica. Ayuntamiento y Guardia Civil habían limado asperezas y ambas partes aceptaban el pago compartido.

El cuartel que acogía a la institución armada va cambiando con frecuencia de ubicación, la mayoría de las veces por las malas condiciones que reunían los inmuebles donde se establecían o por la falta de espacio para acoger todas las dependencias necesarias; ello lleva al alcalde, Bartolomé García de Haro, a firmar un nuevo contrato de arrendamiento el 1 de octubre de 1894, en esta ocasión con María Antonia García Miñarro, quedando la casa-cuartel establecida en la calle Nueva, algo que confieso nunca había oído y dato del que tenía absoluto desconocimiento. Se acuerda un precio de 1,25 pesetas diarias, aunque se estipula en una cláusula que en 1895 el alquiler ascendería a 1,50 pesetas.

Las guerras que España mantuvo con Cuba y Filipinas en 1898 fueron demoledoras para un país que llevaba décadas viviendo la decadencia de un imperio insostenible y que empezaba a ser un anacronismo social y político que consumía los escasos recursos de un país empobrecido

Si esa situación de permanente carestía de las necesidades más elementales la trasladamos a una región como la nuestra, tradicionalmente empobrecida en aquellos años, nos lleva a una nueva fricción entre las partes, y de nuevo, como no, por un asunto económico: el 23 de diciembre de 1901, el alcalde, Francisco Ferrer Ballesteros, a instancias del procurador síndico del Concejo se niega a obedecer una petición del gobernador civil que este basaba “EN LOS IMPORTANTES SERVICIOS QUE PRESTA EL CUERPO DE LA GUARDIA CIVIL”. La petición gubernativa consistía en la “EXENCIÓN DEL PAGO DE CONSUMOS A LA FUERZA DE ESE PUESTO”. El “pago de consumos” era un impuesto que gravaba la compraventa de todos los artículos de primera necesidad y que debía ser atendido por el comprador. El procurador síndico temía que si eximía a alguien de su pago, los vecinos exigieran un trato igual al solicitado por el gobernador civil, lo que hacía imposible su concesión.

La situación económica no era buena para nadie y la Guardia Civil también sufría las carencias del momento por lo que el gobernador civil insiste en que queden exentos del impuesto mencionado.

LLEGADA Y PRESENCIA DE LA GUARDIA CIVIL EN VERA

(II)

Ya concluimos que terminando el XIX los apuros económicos para atender pagos primordiales como el alquiler de la casa-cuartel, y la negativa del Consistorio a eximir a los guardias de la liquidación de determinados impuestos era una decisión imposible por la desigualdad que se originaría respecto al resto del vecindario: la escasez, cuando no la indigencia, era lo habitual en cualquier hogar y en cualquier sector de la economía, que se reducía a la agricultura y ganadería, además de las menesterosas industrias del esparto y la alfarería.

No obstante y, a pesar de la insistencia en la dispensa impositiva, fue el procurador síndico José Cervantes Caparrós quien interviene en una sesión capitular en defensa de los derechos de la ciudad y hace una exposición de su postura en esa línea, no sin matizar que pese a “RECONOCER LOS MÉRITOS DEL CUERPO Y LOS GRANDES SERVICIOS QUE A LA PATRIA PRESTA EN MOMENTOS DIFÍCILES…” no ve oportuno acceder a lo solicitado porque ese precedente ocasionaría otras peticiones que podrían provocar abusos.

Por otra parte, el Ayuntamiento no se podía permitir dejar de recaudar un ingreso que era vital para sus arcas, además de que al estar arrendado el cobro del impuesto, no solo se dejaría de percibir este, sino que habría que pagar al arrendador la comisión de la parte no percibida.

El Concejo en general y el alcalde en particular se encontraban en un situación comprometida por la jerarquía de la autoridad solicitante (gobernador civil) y por la institución para la que se hacía la petición (guardia civil), a quien siempre se le quiso dispensar un trato preferencial; pero, en esta ocasión, la situación era muy desfavorable para acceder a la demanda cursada. Así pues, analizados los pros y los contras, el alcalde, Francisco Ferrer Ballesteros, no teme las posibles consecuencias y da por respuesta un no rotundo al gobernador civil.

El Concejo no podía dar otra respuesta. Sus cuentas se debatían entre la indigencia y la quiebra al ser las obligaciones de pago muy superiores a la posibilidad de recaudar ingresos que equilibraran las cuentas.

La delicada situación económica llega al punto de iniciar el cobro de recaudaciones pendientes por vía de apremio y se suspende el pago a proveedores, especialmente a los de importe menos elevados.

El Ayuntamiento llega incluso a advertir a los familiares de fallecidos que ocupaban nichos en el cementerio que, de no abonar las tasas estipuladas, los restos que los ocupaban irían a parar a una fosa común en el plazo máximo de 15 días. Ante esta angustiosa situación no podía quedar ni una peseta en el camino de la tesorería municipal. Todo esto fue determinante para que la Guardia Civil tuviera que seguir pagando el impuesto del que ya hemos tratado.

El 29 de julio de 1907, el cuartel sufrió otro cambio de ubicación, y ahora con quien se disputa por un asunto tan frecuente como el pago del alquiler del inmueble es con Felipa de Segovia y Valle, a la que se le adeudaban varios meses; esta exige que por estar el contrato vencido dejen libre la parte de la casa que le pertenecía, puesto que era una propiedad compartida. El Ayuntamiento accede a atender, con preferencia, el pago que lo obligaba con Felipa de Segovia, pero esta no cede en su intención y obliga al Ayuntamiento a buscar otro edificio que reúna condiciones para acoger las dependencias del cuartel, ya que el plazo para abandonar el actual quedó fijado en el 15 de agosto.

Por si los problemas administrativos y de espacio no fueran suficientes, el 16 de junio de 1932, con motivo de una huelga que moviliza a gran parte de los obreros de Vera, se realiza un pago extraordinario por el alojamiento de fuerzas de la Guardia Civil “QUE SE CONCENTRARON EN VERA CON MOTIVO DE LA ÚLTIMA HUELGA”, lo que nos revela que se produjeron más reivindicaciones y revueltas por la falta de trabajo en Vera y la escasez de medios para proporcionar alimento a los jornaleros y a sus familias.

Vera, y el país en general, vivía una situación de desempleo insostenible. El Ayuntamiento intenta parar las revueltas con una aportación de 5.480 pesetas para arreglo de calles y reparación de aceras, escasa aportación para solucionar un problema que ya no era de necesidad, sino de hambre. Por ser una ciudad industrial, la huelga tuvo una espacial repercusión en Cartagena, proyectando sus consecuencias hasta Vera, donde quedó un poso que volvió a brotar en marzo de 1933 provocando un nuevo desplazamiento a nuestra ciudad de fuerzas de la Guardia Civil, cuyo destacamento entonces estaba bajo las órdenes de un alférez al haber aumentado el número de efectivos. En esta ocasión las fuerzas enviadas a Vera venían acompañando a un delegado del gobierno para evitar disturbios como los que se habían producido un año antes,

El 10 de abril del ya mencionado año de 1933, debido a la situación de gran agitación social que se estaba viviendo y, para agilizar la comunicación entre los distintos estamentos provinciales, el Ayuntamiento recibe una orden del Gobierno Civil para instalar un teléfono en el cuartel que facilitara la comunicación inmediata con sus superiores a la hora de la toma de decisiones en una situación de gran agitación social y laboral. El Ayuntamiento acepta lo solicitado y se muestra dispuesto, como demanda el gobernador civil, a atender el pago de los gastos que ocasione, aunque pide que “TENIENDO EN CUENTA LA FALTA DE CONSIGNACIÓN EN EL PRESUPUESTO PARA ATENDER ESTE SERVICIO Y LA DIFÍCIL SITUACIÓN ECONÓMIA SE APLACE PARA CUANDO EXISTAN POSIBILIDADES PRESUPUESTARIAS”.

El Ayuntamiento, con el alcalde Francisco Martín Prieto a la cabeza, se niega a su instalación, pese a lo ordenado por el inspector general de la Guardia Civil, argumentando, una vez más, la falta de partida presupuestaria para ese gasto. La resistencia a la oposición de instalar el teléfono no fue muy duradera, porque en diciembre de ese mismo año de 1933, figura un pago en las cuentas municipales en concepto de factura telefónica del cuartel que asciende a 13,50 pesetas, repitiéndose mensualmente un gasto del mismo importe. Si se me permite una pequeña broma, “en 1933 ya se había inventado la tarifa plana”, puesto que el importe no variaba.

En este mismo año de 1933 llega otra petición del alférez, jefe del puesto, que siguiendo órdenes de la superioridad solicita se habilite un local para acoger a tres nuevos guardias, dos de ellos de caballería, que habían sido asignados a Vera por ser Cabecera de Comarca. La petición, además de alojamiento para los nuevos guardias, incluía una cuadra que compondría el nuevo destacamento de la Guardia Civil que tenían previsto se incrementara. El Ayuntamiento no puede permitirse un nuevo gasto y pide al dueño del edificio que ocupaba el cuartel que realice las obras necesarias para aportar una solución a las nuevas demandas.

Las noticias de la revolución de Asturias de 1934 llegan a Vera y el ambiente social vuelve a estallar en nuestra ciudad lo que obliga al Alférez Jefe de la unidad a pedir refuerzos, petición que es atendida con el envío de 10 guardias que crean un nuevo problema, aunque ya era “viejo”, al tratarse del pago del alojamiento y manutención de los guardias. El tumulto y las disputas se van incrementando hasta obligar a las autoridades a enviar a 90 guardias, que fue el número de camas que el Ayuntamiento hubo de pagar el 19 de noviembre de 1934 y cuyo importe ascendió a 148 pesetas.

Los tres años de la Guerra Civil, supusieron un paréntesis en la relación Vera-Guardia Civil ya que durante ese período la vigilancia urbana estuvo a cargo de los Guardias de Asalto, al menos eso es lo que se deduce de la lectura de documentos y actas capitulares conservadas en nuestro Archivo Municipal. Durante ese período las actas capitulares son escuetas y ambiguas, no se extienden en explicaciones y no nos dan a conocer cuando la Guardia Civil abandona el servicio en Vera para hacerse cargo de él la “Guardia de Asalto”, ni se dan fechas ni motivos o detalles del cambio.

LLEGADA Y ESTANCIA DE LA GUARDIA CIVIL EN VERA

(III)

La Guardia Civil vuelve a Vera el 15 de mayo de 1939, y un año más tarde, con motivo de la ampliación de los efectivos destinados a la ciudad, el coronel del 8º Tercio, con base en Granada, pide al Ayuntamiento que procure a los nuevos guardias destinados en Vera “ALOJAMIENTO HIGIÉNICO Y DECOROSO”. Las sucesivas necesidades de tener cubierto el alojamiento de la Guardia Civil y la petición realizada por el coronel, obligan a ratificar el proyecto, realizado por el arquitecto Claudio Martínez, que desde 1935 estaba en estudio. Por primera vez se considera la urgencia de una construcción que reúna todas las condiciones. El Ayuntamiento se muestra dispuesto a vender propiedades municipales para aplicar el importe recaudado al deseado edificio; dos meses más tarde se compromete a atender el pago del 20% del importe total presupuestado. Las autoridades municipales tratan de convencer al gobierno de la conveniencia de iniciar unas obras, que, además, paliarían la falta de trabajo que acosaba seriamente a las familias de Vera y que, solo unos meses antes, había provocado graves disturbios. Todo lo apuntado, hace que el Ayuntamiento vea una gran oportunidad cuando el 14 de febrero de 1941 se da cuenta en el pleno municipal que el Instituto Nacional de la Vivienda facilitará los fondos necesarios para la construcción de cuarteles destinaos a la Guardia Civil.

El Instituto entregaba un préstamo del 90% del presupuesto para su construcción, a un interés del 4%, sobre la mitad del importe concedido, quedando el resto libre de cargos de cualquier tipo. El Consistorio muestra buena disposición para aceptar las condiciones, pero antes quiere hacer un estudio de la viabilidad del proyecto.

Una vez estudiadas, no debieron de considerarse factibles porque no vuelve a tratarse en sesión plenaria, y ningún regidor retoma la propuesta; se abandona y no vuelve a someterse a estudio.

Cada vez es más difícil encontrar un inmueble que cumpla con lo demandado. La guerra civil ha causado daños, muchas familias han abandonado Vera y sus viviendas quedan en estado de abandono y casi en ruinas.

Al mismo tiempo que se busca alojamiento para los guardias, se proporciona una vivienda, en régimen de alquiler por 70 pesetas mensuales, propiedad de Ana de Madariaga y Orozco en la actual calle del Mar, para el jefe del destacamento, puesto que ya era ocupado por un teniente.

El 27 de agosto de 1943, las dependencias que hacen la función de cuartel han empeorado y su estado de deterioro es muy evidente, haciéndose necesarias unas reparaciones que nunca son bien aceptadas por los dueños del inmueble; en este caso las mejoras son imprescindibles porque en el plazo de un mes se debe alojar a varios guardias que se desplazan a Vera en labores de control y vigilancia. Las obras no son realizadas en el plazo estipulado y deben ser acogidos en una pensión, por la que se atiende un pago de 322 pesetas. Es curioso, que recién acabada la guerra, fuera necesaria todos los años la presencia de refuerzos de la Guardia Civil para labores de vigilancia durante los días de feria.

A pesar de la escasez de medios, el Ayuntamiento se esfuerza por facilitar todas las peticiones al considerar que la presencia de este cuerpo armado daba prestigio a la ciudad, y por la seguridad que su presencia proporcionaba a vecinos y autoridades.

Por fin, en julio de 1944, se puso en conocimiento de la alcaldía que la Dirección General de la Guardia Civil había dado instrucciones para la construcción de un cuartel en propiedad que acogiera a los guardias, pese a todo ello, la orden de la Dirección General queda aletargada hasta que el Ayuntamiento se plantea en 1949 dar cumplimiento a las instrucciones recibidas cinco años antes.

Vera considera imprescindible la presencia de la Guardia Civil y la necesidad de esa presencia queda patente una vez más cuando el 12 de diciembre de 1945 se produce en Vera un incendio de considerables dimensiones que afecta a un comercio, aunque no se menciona el establecimiento ni la calle donde estaba. En el acta de ese día se recogen los elogios recibidos por el teniente que estaba al mando, por su labor y valentía a la hora de sofocarlo poniendo en riesgo su vida. El Ayuntamiento propone al teniente coronel le sean reconocidos los méritos con una merecida condecoración. Con motivo del siniestro, el Consistorio abre una suscripción con 200 pesetas para gratificar a las personas que colaboraron en apagarlo, evitando que se propagara a las viviendas colindantes.

LLEGADA Y ESTANCIA DE LA GUADIA CIVIL EN VERA

(IV)

Debido a los constantes traslados del acuartelamiento, en julio de 1944 se notifica al Pleno Municipal que el mes anterior, el Teniente Jefe del Destacamento de Vera, puso en conocimiento de la alcaldía que el Director General de la Guardia Civil había dado instrucciones para la construcción de un cuartel que acogiera a los guardias sin necesidad de depender del estado del edificio que ocupaban o de la necesidad de disponer de este por parte de su propietario. En esta ocasión la queja no es solo por una cuestión de comodidad, también lo es por seguridad. No obstante, pese a la necesidad de dar una solución definitiva a un problema que, por su frecuencia, había dejado de ser puntual para convertirse en permanente, la petición gubernativa queda aletargada hasta que el Ayuntamiento se plantea en 1949 dar cumplimiento a las instrucciones recibidas cinco años antes.

Se plantea la posibilidad de un acuerdo con el Instituto Nacional de la Vivienda para incluir en el cuartel las viviendas de los guardias acogiéndose a una ley de abril de 1939. Se envía una instancia e informe a la Dirección General de la Guardia Civil para que esta se ocupe de elaborar el proyecto y ejecutarlo; a cambio, el municipio aportaría un solar adecuado y el 10% del importe presupuestado para su construcción. Todo parecía en vías de una solución definitiva, sin embargo, esta no llegaría hasta casi diez años más tarde porque las dificultades surgen en mayor número de lo esperado, empezando por la adquisición del solar y el acuerdo sobre el lugar idóneo para su construcción que comienzan a tratar en 1950 los mandos de la Guardia Civil y el alcalde de la Ciudad.

En esta situación de estancamiento de las gestiones necesarias, se contempla la posibilidad de adquirir el solar del “Llano del judío” y el llamado “Cortijo del ciego”, ya derruido, para cederlo a la Dirección General de la Guardia Civil y construir el necesario y deseado cuartel. Una vez cerrada la compra en 6.000 pesetas, el Ayuntamiento, un mes después, hace una cesión de 2.190 metros cuadrados, formalizándose la escritura el 29 de agosto de 1951 por el Teniente de Alcalde, Francisco Gallardo López, reservándose el resto de la parcela para el municipio. El primer paso se había dado y el obstáculo inicial, la compra del solar, estaba vencido, pero seis meses más tarde el Consistorio toma conciencia de las dificultades que tenía para conseguir las más de 80.000 pesetas que debía aportar a la construcción y del quebranto económico que supondría para las cuentas municipales un gasto de esa magnitud. A la vista de la situación se decide “HACER UNA DERRAMA SOBRE LA RIQUEZA DEL TÉRMINO E INVITAR A LOS COMERCIANTES PARA QUE LA ACEPTEN”.

Iniciada la construcción del nuevo cuartel, en mayo de 1954, se contempla la posibilidad de adquirir la casa que la Guardia Civil había ocupado los últimos años para destinarla a alojamiento de la nueva compañía destinada a Vera. La compra se haría con aportaciones voluntarias de personas de la Ciudad y si no se conseguía la cantidad necesaria, el Ayuntamiento destinaría los fondos con cargo al presupuesto del siguiente ejercicio hasta completar el importe de la compra. Para garantía de los que contribuyeran se emitirían acciones por valor de 100 pesetas cada una, con el fin de resarcirse de lo aportado con lo producido por la renta del edificio detrayendo los gastos de mantenimiento, recuperando lo invertido tras un sorteo anual en el que se fijaban las acciones a cuyos dueños les correspondía amortizarlas.

El 24 de junio de 1960 se comunica al pleno municipal la orden recibida del mando de la Guardia Civil para que se produzca el traslado al nuevo cuartel que estaba concluido y equipado con lo necesario. Se rescinde el contrato entre la Guardia Civil y el Ayuntamiento por el arrendamiento del edificio que hasta entonces ocupaba, proponiendo, en este mismo pleno el Alcalde, que sea destinado a alquiler de viviendas. Se entrega una bandera de España al nuevo acuartelamiento que es adquirida por suscripción popular que encabezó el Ayuntamiento realizando una aportación de 250 pesetas.

En 1961 se expone la intención de construir cuatro nuevos pabellones en el cuartel para acoger un Destacamento de Tráfico, que establecería su base en Vera. Al no poder afrontar el Ayuntamiento un gasto tan elevado, por su sempiterna delicada situación económica, la idea se pospone, pero no se abandona, y en febrero en 1964 se retoma el proyecto que estaba contemplado para la llegada de 15 guardias civiles de tráfico (los motorizados, como con admiración decíamos los niños) a los que se les construiría viviendas, además de las cocheras y talleres correspondientes. De nuevo la ilusión es mayor que la posibilidad de llevarlo a cabo y ha de permanecer otros tres años esperando su oportunidad, que llega el 10 de noviembre de 1967, cuando es retomada el ansiado proyecto para lo que, además del solar que ya se había cedido con ese fin, se ofrece la participación municipal en el costo de la obra con un 10% de la misma. Aunque en las actas capitulares no se hace un seguimiento de los trabajos realizados, sabemos que el 4 de octubre de 1969 ya está construido el nuevo pabellón de tráfico que tantos años había costado conseguir. El dato está recogido en la relación que hace el Ayuntamiento del reparto de agua para los municipios cercanos de la potabilizadora construida por los gobiernos de España y Estados Unidos.

Desde los años 70 del pasado siglo hasta hoy, no se recogen en las actas noticias ni incidencias que podamos reflejar. Solo el homenaje a nivel nacional que Vera rindió al Cuerpo de la Guardia Civil en 1975 y el intento de trasladar la Capitanía de Vera a otra localidad merecen ser tratadas con detalle. Tal vez lo hagamos en alguna ocasión.

Hubo que esperar casi dos décadas para ver concluido un cuartel que lucía espléndido en la entrada a Vera, paro que hoy, después de más de 60 años desde su finalización, se encuentra en un lamentable estado de deterioro a la espera de que a quien corresponda tome la decisión de construir el cuartel que Vera y los guardias en ella destinados merecen.

Gabriel Flores Garrido

Cronista Oficial de Vera

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LAS FOTOS QUE ILUSTRAN ESTA PUBLICACIÓN HAN SIDO “COLGADAS” EN LA PÁGINA DE FACEBOOK “NO ERES DE VERA SI…”, PERO AL DESCONOCER A LOS AUTORES Y PROPIETARIOS NO PUEDO AGRADECER SU APORTACION. VAYA, DESDE AQUÍ MI GRATITUD POR LA COLABORACIÓN PRESTADA PARA HACER POSIBLE ESTE INFORME.

 

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