Se describe brevemente el contenido del expediente judicial del año 1638 (Archivo Municipal de Vera) de Diego Fernández contra Pedro Andrea, vecinos de Vera. Se muestra con claridad el antijudaísmo que se vivía en aquellos años en pequeños sectores poblacionales europeos, siglo y medio después de su expulsión parcial de España en 1492 (primero en los territorios germanos, luego en Francia en el año 1182, en Inglaterra en 1290…).
El investigador o el archivero a veces se encuentran con documentos más proclives a generar preguntas que respuestas. De ahí el misterio y la curiosidad que despiertan en el lector. En el Archivo Municipal de Vera se sigue catalogando el interesante fondo judicial que alberga, entre cuyos documentos, de vez en cuando se describe el asunto de algún documento fuera de lo común y que nos hace preguntarnos sobre la manera de pensar y de actuar de nuestros antepasados. Es el caso del que se describe a continuación:
1638, julio, 19. Vera
Criminal de oficio mediante denuncia de Diego Fernández, de edad de unos 60 años, vecino de Vera y fiscal de ella y de su jurisdicción, contra Pedro Andrea, el Viejo, vecino de Vera, por insultarle públicamente con injurias.
El día 15 de julio de 1638 el vecino de Vera Pedro Andrea (“de más de setenta años de edad”), salió de su casa, situada cerca de “la esquina que dicen de Juan de Sahabedra” y prorrumpió en grandes voces para que todo el mundo lo oyera, acusando a su vecino, Diego Fernández, de que era un ‘perro judío‘, que “le había muerto las hambres muchas veces y que todas las veces que se sentaba a comer en su casa ponía debajo de donde se sentaba un crucifijo o un Cristo Crucificado y se sentaba sobre él”. Algunos testigos afirmarán más tarde que añadió la expresión “perro infame”.
Vera aún era un lugar peligroso, aun habiendo pasado 69 años del cerco de Abén Humeya y sus moriscos y Vera hacía unos 30 años que albergada a la congregación de Padres Mínimos, religiosos que sostendrán la economía y la educación de Vera hasta la invasión napoleónica.
Y volviendo al texto, fuese cierta o no la supuesta injuria no deja de sorprendernos la acusación que lanza a voz en grito el tal Pedro Andrea. No ya por insinuar la genealogía de su vecino Diego (que también es interesante), sino por la multitud de dudas y planteamientos que despierta la acusación.
Huelga decir que Diego Fernández denuncia a su vecino inmediatamente y presenta su queja al Alcalde Mayor de Vera. Después de sondear la opinión de algunos testigos se encarcela a Pedro, se embargan sus bienes y se llama a declarar a los testigos de Diego. Todos ellos coinciden: Pedro siempre ha tenido “mala lengua” y es famosa su actitud belicosa entre el vecindario. Añaden que es mordaz y ‘desfamador’ (sic). Continúan, respondiendo a las preguntas del procurador, en las que ya se adivina la actitud de sospecha que la acusación de ser judío suponía en aquellos siglos (y teniendo en cuenta la exacta descripción de lo que supuestamente hacía mientras comía), que Diego es honrado, cristiano viejo y de limpia sangre, sin traza de moro ni judío, sin malas inclinaciones, descendiente de cristianos viejos sin mácula de las dichas razas ni ha sido ajusticiado por el Santo Oficio. Otros testigos dirán que Diego Fernández proviene de Guadix (Granada) y que estando allí habían comprobado la buena fama de Diego. Tenía un hijo sacerdote.
Más adelante vemos complicarse la trama del asunto, pues parece ser que Diego tenía un mesón, situado extramuros a la ciudad de Vera, que lo dejaba arrendado a María Muñoz, mujer de Pedro Andrea, que le debía dinero y que, meses antes, cerca del mesón se había cometido un asesinato, el de Isabel de la Parra1, mujer de Sebastián de Burgos, habitantes de la cueva de la Fuente Chica.
Los testigos de Pedro, a su vez, defienden a su conocido y lo exoneran de cualquier culpa. Pero Pedro es condenado a pagar 1000 maravedís.
La cuestión tratada nos plantea más dudas que respuestas:
1.-¿Por qué Pedro describe tan pormenorizadamente y para que todos lo oyeran ese acto de sentarse sobre un crucifijo? Si lo describe de esa manera y a voz en grito deducimos que es un mensaje lanzado a unos receptores que entienden perfectamente el mensaje y, por ende, dicha costumbre. ¿Era esa una costumbre practicada entre los judíos españoles ocultos de aquellos siglos o una costumbre inventada por aquel paranoico y calenturiento imaginario colectivo cristiano contra el eterno y mítico estereotipo judío?
2.–¿Le dirige el insulto de ‘perro judío’ para informar de que Diego era, simplemente, un blasfemo (sea de la fe que fuese) o para acusarlo de su supuesta raza?¿Para lanzar injurias y hacer daño echando mano del antijudaísmo milenario, aun a sabiendas de que era cristiano? El interrogatorio al que luego lo someten nos dirige hacia la segunda apreciación, ya que tiene que ‘demostrar’ la ‘limpieza’ de su sangre y sus orígenes geográficos. Y por mucha mala fama de deslenguado que tuviera Pedro procedieron a investigar a Diego.
3.-Diego Fernández tenía cierto poder en Vera. Era fiscal. ¿No arriesgó demasiado Pedro al acusarlo de realizar estas supuestas prácticas blasfemas?
4.-En ningún momento se exige a Diego que entregue certificados de nacimiento de sus antepasados. Sí los hemos visto en otros expedientes del fondo judicial. ¿Por qué?¿Ocultaba Diego algo sobre su pasado?
5.-Dando por cierto la falsedad2 de los argumentos que sostuvieron la leyenda negra española, más basada en la ‘imperiofobia’ que en otra razón, vemos que, a pesar de haber sido señalado Diego Fernández como judío -y hay datos claros de que sólo una pequeña parte de los judíos españoles salieron de España para no volver: los que no quisieron bautizarse ni vender sus bienes, oportunidad que no se dió en el resto de Europa-, sus vecinos veratenses y accitanos, sin dudas, defienden a Diego y a su familia sin preguntarse por más, censurando la ‘mala lengua’ de su vecino Pedro. ¿Es ésta una prueba de la protección que dio la población española a los conversos?
Pedro Andrea sabía perfectamente que no habría podido haber hecho daño a su enemigo sólo diciendo que sus antepasados eran judíos; los judíos bautizados habían sido aceptados. Tenía que acusarlo de blasfemia y lanzar la sospecha de su supuesta judeidad, para dar verosimilitud a su acusación.
1Efectivamente, en el libro parroquial de sepelios n.º 3, fol 264 indica que “Isabel murió en esta Ciudad de Vera porque la mataron sin que se sepa quién”, el día 16-06-1638. ‘Parra’ en Vera es un apellido típicamente gitano. Curiosamente, ‘Fernández’ también suele serlo, aunque no de forma tan clara como en el caso de ‘Parra’.
2 Que es falsedad es una opinión personal, bien fundada bibliográficamente, acudiendo a textos de Gustavo Bueno o de María Elvira Roca Barea.
Nota: el detalle de la imagen que muestra la casa del ‘yudío’ (inmediaciones del actual cuartel de la Guardia Civil) está tomado del plano de Vera de 1892 realizado por José Moreno Jorge (copia realiza por Luis Cano Rodríguez, arquitecto).
16-06-2017
Manuel Caparrós Perales
Archivo Municipal del Excmo. Ayuntamiento de Vera