UN JUGUETE, UNA ILUSIÓN

Finalizando 2014, en una noche de insomnio, lejos de entretenerme en ver la televisión para combatir el sueño, me dispuse a quedarme acostado oyendo la radio con auriculares incorporados. Sintonizando emisoras, una de ellas, concretamente RNE, suscitó mi interés por el programa que se emitía. Era éste un concierto musical con la intervención en directo del cantante Miguel Ríos en el Teatro Monumental de Madrid, con un único fin, tan digno y encomiable, como la recaudación de fondos a beneficio de la campaña “Un juguete, una ilusión”, patrocinada por la emisora arriba mencionada y la Fundación “Crecer jugando”. Me enteré tras la audición del programa que, durante quince años, siete millones de juguetes fueron repartidos, con la colaboración de sesenta ONGs, en veintitrés países donde la desigualdad y la injusticia campan por sus respetos.

El evento, un exitazo, se vio culminado tras diez minutos ininterrumpidos de aplausos para disfrute del numerosísimo auditorio que vio y oyó al “viejo rockero” durante más de dos horas de actuación.

Pues bien, finalizada la misma, no sé por qué asocié la emisión radiofónica expuesta a mi primer regalo de Reyes Magos, cuando vivía, en régimen de alquiler, en casa del Sr. Sánchez, cercana a la de mi abuela. Los Reyes Magos me habían echado un juguete que, a pesar de mi corta edad, recuerdo con absoluta perfección: un tanque precioso de color metalizado que, tras darle cuerda, funcionaba, raudo, recorriendo las habitaciones de la espaciosa casa. Mi hermano y yo, durante mucho tiempo, jugamos con él, ideando e inventando batallas sin cuartel. Los soldaditos de plomo eran derribados por el estrepitoso tiroteo vivido en nuestra contienda desenfrenada. Nuestra imaginación era ilimitada; no tenía parangón.

Cuando esto escribo, 6 de enero de 2015, día de los Reyes Magos, al salir a la calle, el alboroto y griterío de niños y niñas disfrutando con sus juguetes me ha recordado todo cuanto he narrado en el párrafo anterior. Es decir, un día de magia, de verdadera ilusión, donde la fantasía y la imaginación en la infancia son los componentes básicos de ese desarrollo emocional que los niños, los más pequeños, principalmente, sueñan creyendo que, a través de sus cartas, serán obsequiados con lo más anhelado y preciado para ellos: los juguetes, no dando crédito, al ser receptores de los mismos, de su propio asombro. Todo esto es conforme a la tradición imperante de la sociedad en nuestro país.

Pero no todos los países son iguales y, con esto, retomo la idea del principio. Solamente los de la zona templada del hemisferio norte y algunos emergentes del sur son los privilegiados y pueden acceder al progreso y bienestar; los restantes, que abarcan continentes enteros, donde la desigualdad y la injusticia es patente, se ven abocados a la hambruna y miseria, siendo los niños las víctimas que más padecen este horror en sus propias carnes. Por eso, acciones como las de Miguel Ríos deberían ser ejemplo para que la ayuda y solidaridad, como decía el “viejo rockero”, lleguen a todas las personas y niños de nuestro planeta Tierra, aunque sea sólo por ver algo tan natural y bello como el esbozo de la sonrisa de un pequeño ante un juguete.

Diego Morales Carmona
Diego Morales Carmona

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