«CUEVAS DEL ALMANZORA», NO «CUEVAS DE VERA» (1816)

Muchos hijos y nietos de emigrantes, cuando desean investigar sobre su genealogía familiar me preguntan, tras saber que sus familias vivían en “Cuevas de Vera”, dónde buscar información para seguir su labor y por qué “Cuevas de Vera” se denominó así si realmente no pertenecía al municipio de Vera, si siempre ha sido un municipio independiente y, además, cuenta con un Archivo Municipal de libre acceso con documentación propia.

Para responder a esta pregunta se añaden fragmentos del artículo del profesor, investigador y cronista de Cuevas del Almanzora, Enrique Fernández Bolea, sobre por qué Cuevas llegó a ser denominada así en contadas ocasiones en la documentación oficial desde el año 1816 hasta mediados del siglo XIX, aproximadamente. Emplazándolos a ustedes a adquirir esta interesante obra y a leer íntegro el texto del libro del que lo extraemos, publicados por Arráez Editores en 2016: Historias para una historia. Cuevas del Almanzora y su Provincia.

CINCO NOMBRES PARA UNA POBLACIÓN: DE LA VILLA DE LAS CUEVAS DEL MARQUÉS A LA CIUDAD DE CUEVAS DEL ALMANZORA

No deben ser demasiadas las poblaciones españolas que hayan atravesado a lo largo de su historia por tantos y tan pronunciados cambios en su denominación como la actual Cuevas del Almanzora. Este último es el nombre que ha culminado un dilatado recorrido en el que la villa de las Cuevas, como se la conoció desde los primeros momentos de la Reconquista, ha venido recibiendo diversas designaciones con el fin de distinguirla de otras localidades con las que compartía nombre en origen tan genérico. Las Cuevas del Marqués, la villa de las Cuevas, Cuevas de Baza, Cuevas de Vera y hoy Cuevas del Almanzora se han sucedido con mayor o menor predicamento, con más o menos vigor, con presencia más o menos acusada en la cotidianidad de sus habitantes. Y en algunos casos fueron motivo de furibundo rechazo por parte de unos cuevanos que consideraron ultrajada su dignidad de colectivo, de territorio que siempre había mantenido una entidad propia, sin dependencia alguna de población cercana, tal y como, por el contrario, podía dar a entender el empleo de algún que otro nombre oficializado durante demasiado tiempo. Por todo ello, porque ya es hora de otorgar un poco de luz a un asunto sobre el que se ha dicho y se sigue diciendo mucho, pero se ha escrito y fundamentado poco, habrá que profundizar en las causas que provocaron la adopción de de tan variadas designaciones, en su cronología de uso y en los motivos por los cuales algunas de ellas, aun siendo despreciadas y protestadas con vehemencia desde sus comienzos, acabaron por convertirse en oficiales para escarnio de todo un pueblo.

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La creación del nombre surge por: la necesidad de dar dirección a las cartas en los correos. Sabido es que son varias las localidades en Andalucía que llevan el nombre de Cuevas, y era necesario distinguir nuestro pueblo de los demás. Si de antiguo la división provincial [de Javier de Burgos en 1833] se hubiera hecho, no habría necesidad de consignar en el sobrescrito de las cartas “Cuevas de Vera”, pues bastaría dirigirlas a la provincia de Almería (…)

En 1785 la Administración General de Correos decide, mediante licencia gubernamental, abrir una estafeta en la vecina ciudad de Vera; a partir de este momento el conductor de aquella oficina asumía la obligación de recoger de Lorca la correspondencia dirigida a los pueblos de nuestra comarca y, antes de llegar a Vera, «pase por la villa [Cuevas], deje y reciba la correspondencia de ella en valijita separada, y que se saque la correspondiente competente orden para que se abonen a la persona que se ha de nombrar para repartir la correspondencia y cobrar su importe en esta villa y de los propios de ella cinquenta ducados». Se definía así un servicio de correos con una nueva oficina de referencia, por lo que no sería arriesgado afirmar que, siendo Cuevas por sí solo un nombre coincidente con el de otras localidades, se optase por ligarlo al de la ciudad en donde se hallaba la oficina a la que estaba subordinada, ahuyentando con ello cualquier riesgo de equivocación o extravío de las cartas a aquélla destinadas.

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