PASIÓN POR MI PUEBLO

Cuando uno llega a cierta edad el tiempo dedicado al sueño se acorta. Las ocho horas, siempre recomendadas, se reducen casi a menos de la mitad y, entonces, cual es mi caso, bien veo la televisión, escucho la radio o enchufo el ordenador. Así mato el tiempo para afrontar el nuevo día en perfectas condiciones.

Pues bien, oyendo un programa radiofónico relativo a la exaltación del pueblo donde uno nace, dejé de escuchar la radio y puse “manos a la obra” para redactar este artículo.

Entonces pensé que, como veratense de pura cepa, siempre, me he identificado con mi querido pueblo de Vera. Donde quiera que fuere: en el trabajo con mis alumnos, en reuniones culturales, en círculos sociales, en charlas y conferencias, en recitales poéticos, en conversaciones con amigos, etc., si de algo he pecado cuando de mi pueblo hablaba, posiblemente, haya sido de hacer gala y ostentación de mi patria chica, es decir, exhibirlo y mostrarlo con ardiente y honda pasión. No es que sea un apologeta; más bien un ferviente enamorado del pueblo que me vio nacer. De ahí que el canto a Vera se haga inevitable en la mayoría de mis escritos: “No eres de Vera si…”, “Localismos con la marca Vera”, “Reliquias veratenses”, “Cuando la cultura popular aflora”, “la Glorieta, balcón de Vera al mar”, “Panorámica desde el cerro del Espíritu Santo”, “De la ciudad al mar”, “Biografía de un veratense ilustre”, “El Pósito Municipal de Vera”, “El teatro Cervantes”…

Mi Vera querida, por supuesto, no es el edén; no es el paraíso de sueños idílicos; pero, ciertamente, forma parte de mi vida: nacimiento, familia, amigos, estudios, trabajo, recuerdos, penas, dichas, emociones, etc., conceptos estos que conforman el devenir existencial del individuo.

Ahora bien, probablemente, este sentimiento mío sea similar al de la mayoría de los lectores, ya que, evidentemente, el cariño que uno siente por su pueblo está enraizado en lo más profundo del cerebro y forma parte del proceso emocional.

Hablando con dos amigos, grandes conversadores y enamorados Vera, en muchas ocasiones, evidenciamos que la cuna, las propias raíces, los vínculos familiares y afectivos, así como emocionales son inherentes al sentimiento de profundo calado que se profesa al lugar de origen.

¿Quién no echa de menos su patria chica cuando se encuentra alejado de ella? Por supuesto, casi nadie, a no ser que haya habido un estímulo externo muy negativo que provoque, como se estudia en Psicología, falta de empatía, aversión, fobia o pánico. Entonces, esta pregunta que me hago, – yo que tengo la suerte de vivir en la mía-, tiene un claro destinatario: aquéllos que, por unos u otros motivos, obligados a vivir lejos de Vera, con su veraz testimonio dan significado a esas palabras de tan intenso sentimiento: añoranza, nostalgia, morriña, ausencia, melancolía, pena, recuerdo…, palabras estas que, de forma categórica, van irremediablemente unidas al día a día de cada uno de nuestros paisanos ausentes.

Bueno, abatido el sueño, tras un largo rato de concentración, esto me ha servido de entretenimiento y espero que a mis lectores, si les ha gustado, también.

diego morales

Diego Morales Carmona

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