(Enero de 2016)
Querido amigo Manolo:
Me complace decirte que hablando con nuestro común amigo Ezequiel, tras una larga e interesante charla, éste, -como bien sabes- hombre de verbo fácil y preciso en la correcta utilización de la palabra, con la parsimonia que le caracteriza al contar las cosas, entre otras, me hablaba acerca de vuestra amistad y buenos e inolvidables ratos pasados en esa etapa tan preciosa de la vida como es la juventud. Ahora, al hacer un recordatorio de esta sucesión de relatos que me contaba, yo, Manolo, al escucharlos, me “partía de risa” porque visualizaba la puesta en escena como si de una representación teatral se tratara. Sirva como ejemplo anecdótico éste que, con brevedad, te cuento actuando tú junto a él en la representación de “Cosas de Papá y Mamá” de Alfonso Paso, en el teatro Cervantes de Vera- década de los sesenta-.En ella, nuestro amigo Ezequiel, que hacía de médico, tenía que exponer con brevedad parte de la trama de la obra; pero, por la extensión de su contenido, le fue imposible memorizarla tal como exigía el guión. Entonces, sin más remedio, tuvo que apoyarse en el traspunte para salir del paso; pero, aun así, por momentos que se hacían una eternidad, la improvisación fue la tónica general al salirse del texto previsto y, por supuesto, creando la correspondiente alarma en los demás actores intervinientes. Éstos, estupefactos y nerviosos ante la situación creada, no daban crédito ante lo que estaba ocurriendo… hasta que Ezequiel, gracias a Dios, cogió el hilo de la conversación y, entonces, la normalidad se impuso después del mal rato pasado.
Recuerdo, Manolo, que mi padre, quien siempre te tuvo en aprecio y alta estima, me hablaba de tus extraordinarias dotes de imitador al parodiar, como si fueses un artista profesional dentro del espectáculo humorístico, el tono de voz, la gesticulación, así como expresiones y comportamientos de otras personas. Sirva también de ejemplo aquello que nos contabas de dos amigos en una de sus conversaciones: “Güena cosa está haciendo el canalla éste con España”, en referencia a un político de relieve. O bien esta otra que versaba sobre la conversación entre un padre y un hijo en una entidad bancaria. El hijo ponderaba al padre la exigencia de la realización de una transacción comercial con esta expresión: “- Papá, que te lo está diciendo D. Emilio”. A esto que contestaba el padre: “- Si lo dijiera San Juan Bautista; me da igual”.
Pero, Manolo, esto no es todo. Quienes te conocemos, sabemos de tu entrega y amor a tu pueblo, así como de tus magníficas aptitudes para transmitir de forma verbal relatos sobre vivencias y vicisitudes de personajes de Vera, que, considero, forman parte de la cultura popular de nuestra ciudad. Este legado oral de incalculable valor nos ha posibilitado conocer, en nuestra condición de espectadores, el disfrute de tus narraciones y saborear esa cultura, personal y propia, que asombraría a propios y extraños si fuese contada en un libro.
Recuerdo, amigo, cuando, a principio de los setenta, los domingos por la noche marchábamos juntos, tú, en tu Seat 1500 y yo, en mi 850-E, a la provincia de Alicante, lugar este donde teníamos residencia y trabajo. Tú, a Aspe y, yo, a Crevillente. También te vi ejercer tu profesión como empleado de Banesto y con diferentes responsabilidades, entre ellas la de dirección, en Villena y, más tarde, en Benidorm.
Gracias a tu primo José Antonio, Manolo, también sé que has formado parte de la Directiva del Club Deportivo Vera, siendo socio fundador y socio de honor con carné nº 1 de dicha entidad, así como miembro del Club Taurino Veratense, ejerciendo una actividad destacada. Además, tu inquieta actividad te llevó a desempeñar, a lo largo de los años, eso que tanto te gusta: la interpretación teatral, representando y dirigiendo obras hasta, relativamente, hace muy poco tiempo.
Pero, amigo, eres tan polifacético que, con independencia de lo dicho que es poco, a más inri, destacar una de tus grandes pasiones: la pintura. Como si de un Velázquez se tratara, tu rica variedad pictórica expuesta, en su día, en el Convento de los Padres Mínimos asombró y sigue asombrando a todos tus admiradores por su estilo y sutil gusto: pinturas de luz intensa, de formas precisas y minuciosas, así como colores relucientes y dominantes.
Para finalizar, amigo Manolo, desde estas líneas, mi reconocimiento y admiración por tu excelente y magnífica contribución por todo cuanto has hecho en aras al pueblo de Vera, con el ruego expreso de, una vez más, ofrecerte mi sincera amistad, así como el deseo que Dios te dé fuerzas y ánimo para seguir siendo lo que siempre has sido: una buena y gran persona enamorada de su pueblo.
Un fuerte abrazo.
Fdo.: Diego Morales Carmona.