Me llamo Rebeca y tengo 14 años. Me considero una niña normal aunque quizá un poco inquieta. Vivo en mi mundo intentando apartarme de los problemas y de la tristeza aunque ellos a veces consiguen alcanzarme, por ejemplo, cuando me peleo con mis amigas. Yo creo que es algo irremediable pero ellas intentan hacerme creer lo contrario y hacen que me sienta tan mal que incluso acabo llorando.
-¿Qué te pasa hija? Te noto algo distante-Dice mi madre preocupada.
-Nada… me he enfadado con mis amigas…
-Oh, ¿Qué ha pasado? ¿Algo grave?
-No, mamá no te preocupes, sólo son tonterías…
-Bueno entonces no estés triste, ya se arreglará.
Y con esa última frase y un beso en la frente consigue tranquilizarme y hace que me sienta mejor. Así es mi madre, tan atenta con todo y con todos que parece que nunca se dedica tiempo a ella. La verdad es que yo ocupo la mayor parte de su tiempo, pero es la responsabilidad que debes adquirir cuando tienes hijos ¿no? O por lo menos eso es lo que yo pienso.
Mi padre es distinto, se preocupa por mí pero lo hace de otro modo. Es atento conmigo en algunos aspectos, por ejemplo cuando estamos a solas y hablamos de un montón de temas que a los dos nos parecen interesantes.
-No te agobies, Rebeca, todavía tienes tiempo.
-Sí, papá, pero me gustaría saberlo ya para tener las cosas claras desde el principio.
-En mi opinión deberías ir por el camino de las ciencias, se te dan realmente bien.
-La verdad es que sí, pero aún no lo tengo muy claro.
-Pues piénsatelo mejor y cuando tengas las ideas más claras hablamos ¿te parece?
-Vale papá, muchas gracias.
Mi padre me ayuda mucho. Me da unos consejos muy buenos, pero no porque me ayuden a solucionar mis problemas rápido, sino porque me hacen pensar para poder hallar una solución lógica.
Mi hermano Eduardo, o Edu como yo le llamo, es más distante conmigo pero eso no quiere decir que no me entienda con él. Es bueno, comprensivo, amable y cercano. Pero también he de reconocer que de vez en cuando nos peleamos. Pero ya sea por una cosa o por otra al final acabamos perdonándonos mutuamente. Cuánto me gustaría poder reñir de nuevo con él para a continuación hacer las paces y sellar esa bonita reconciliación con un abrazo…
Tengo dos mejores amigas que, por suerte, me comprenden de maravilla. Rosa o Rosi como a mí me gusta llamarla, es muy alocada y divertida. Lo que más me gusta de ella es que es capaz de sacarme una sonrisa en el peor de los momentos, aunque a veces sea yo la que tenga que adoptar ese papel con mi amiga. Creo que Rosi me aporta mucha vitalidad y una pizca de locura y me ayuda a ver la vida desde otra perspectiva que, como no, es mucho más divertida.
Marta, mi otra mejor amiga, no tiene el mismo carácter despierto de Rosi, creo que hasta podría decir que son polos opuestos. Ella está más centrada y es la que suele tomar las decisiones importantes que nos incumben a las tres. Pero en realidad solo adquiere esta personalidad en los meses de instituto. En verano se vuelve loca ,es decir, una persona totalmente distinta. «Una Marta nueva´´
Yo soy una persona alegre que tiene siempre una sonrisa amable preparada para todo el que la quiera. Esta soy yo y esta es mi vida resumida en menos de dos páginas, espero que le sirva Sr Alonso.
FDO.: Rebeca Salinas
Y así, satisfecha de mí misma, acabo la redacción que me obliga a hacer mi psiquiatra todos los meses, según él para ver cómo va cambiando mi punto de vista desde que comenzamos la terapia. Voy a su consulta desde que mi hermano murió. Lo pasé muy mal: no quería salir de casa, no comía, lo que me produjo una grave enfermedad, y lloraba a todas horas. En esta situación, mis padres decidieron que lo mejor era que visitara al «loquero´´. Al principio me negué rotundamente, pero conforme avanzaban los días me daba cuenta de que era por mi bien y que a lo mejor me servía de algo, así que finalmente accedí. Llevo 3 meses con él y la verdad es que he mejorado muchísimo, ya hasta casi puedo entrar en la habitación de Edu sin derrumbarme por la tristeza. Entro sin llamar a la puerta y me dedico a toquetear algunas de sus cosas, cojo su ropa e inspiro su aroma. Todavía huele a él, a su pelo a su piel, a su perfume… Y así soy capaz de pasarme las horas, sin que nadie me moleste solo Edu y yo.
Tengo una cosa clara, yo no voy al psiquiatra para olvidarme de mi hermano y así poder ser más feliz, sino para que el Sr Alonso me ayude a recordarlo con amor y sobre todo sin dolor.
Pepa Agüera de Haro
Mayo, 2011
Tercer premio de relato corto Candil Radio 2011
Nació en Vera el 26 de septiembre de 1996, estudió en el colegio Reyes Católicos y en el I.E.S. El Palmeral. Actualmente cursa segundo de Periodismo en la Universidad de Murcia.