SAN CLEOFÁS, EL PATRÓN POR COINCIDENCIA

Artículo escrito por Gabriel Flores Garrido. Cronista oficial de Vera.

Gabriel Flores Garrido

Cronista Oficial de Vera

SAN CLEOFÁS, EL PATRÓN POR COINCIDENCIA

Si hace tres meses, con motivo de la festividad de la Patrona, publiqué una breve crónica con información y pormenores sobre hechos y decisiones tomadas en tan importante ocasión; no podemos dejar pasar la conmemoración de nuestro Santo Patrón que, aunque quizás sea menos popular, no es menos importante.

Tal vez el encabezamiento de este artículo o crónica, como tengamos a bien llamarlo, pueda tomarse como una minusvaloración de los méritos de nuestro querido Patrón; está muy lejos de la intención del título de este artículo, porque a Cleofás, cuyo significado es “gloria al Padre”, hermano de san José, padre putativo de Jesús y, aunque no se tiene plena certeza de ello, son varios los autores que le atribuyen el parentesco de ser esposo de María de Cleofás, hermana de la Virgen María; no es, por tanto nuestro Patrón santo de “segundo orden”. Además, el Maestro le tenía reservado el privilegio de ser uno de los primeros en tenerlo ante sus ojos tras la Resurrección, cuando iba camino de Emaús. Tiene, pues, nuestro Patrón, que murió martirizado en su propia casa, méritos suficientes para ser unos de los destacados del santoral.

La “coincidencia” mencionada en el título es debida a la decisión del Concejo de Vera, conocida por todos los veratenses, de conceder el patronazgo de la ciudad a quien figurara en el santoral ese día encomendándose a él para que mediara en el levantamiento del asedio a Vera por parte de Aben Humeya. Ese día estaba dedicado a san Cleofás y, desde entonces, él es patrón de Vera y en su honor se celebra la Feria de nuestra ciudad, como se recoge en un acta capitular unos años después. Fue así como un bienaventurado como Cleofás, desconocido en Vera y su tierra, se convirtió en Santo Patrón de esta. Pudo haber sido alguien distinto el predestinado si la fecha del levantamiento del cerco a la ciudad hubiera sido otra, pero fue el 25 de septiembre y no solo todos dieron por buena la decisión, sino que, desde un principio, san Cleofás despertó devociones en la ciudad y se ganó la fe y confianza de sus vecinos, que pronto comenzaron a rogar su intercesión en momentos difíciles, como sucedió el 20 de diciembre de 1796, fecha en la que se produjeron varios terremotos y, el alcalde mayor, Juan de Llobes y Rapela, cita al Concejo “en el barrio llamado de Jesús Nazareno y en casa de Esteban García Bascuñana adonde se congregaron por razón del justo temor que les infundía la repetición de los temblores de tierra”. Pidieron la mediación de san Cleofás ante “el Señor de los Exercitos” para que Este “se dignase de mirarnos con ojos de piedad, cesando los peligros que nos amenazan”.Pedían la intercesión de los santos y especialmente de aquellos que estén elegidos por patrones tutelares de los pueblos”. Se celebró una misa solemne en el convento de “San Cleofás de la Victoria”, que era su advocación original, y concluida esta tuvo lugar una procesión con todas las imágenes más significativas de Vera presidida por la del Patrón San Cleofás. A pesar de los siglos transcurridos, Vera todavía recordaba su destrucción en aquella trágica noche del 9 de noviembre de 1518. Ni el temor se había perdido ni el recuerdo se había borrado.

Especialmente hasta el siglo XVIII la feria, en ocasiones, era suspendida o celebrada de manera “silenciosa”, para no llamar la atención de los piratas que atacaban estas costas con demasiada frecuencia, por ello, las autoridades eran prudentes y discretas en su celebración: en 1595, el alcalde mayor, Vigil de Peralta, recibió la noticia de que en esos días se iba a producir un ataque de piratas berberiscos y ordena, precisamente el día de san Cleofás, un alarde en la plaza de Armas (Plaza Mayor), para conocer el número de hombres disponibles y el armamento utilizable para rechazar el ataque.

Un año más tarde, también en días de feria, el procurador del Concejo, Luis de Cárdenas, pedía al vecindario que “no andéis de noche con guitarras dando músicas ni haciendo ruidos ni alborozos ni escandalizando al pueblo”. El motivo era no hacerse notar para pasar desapercibidos ante el ataque que esperaban y del que estaban avisados. Tristes fiestas aquellas en las que los alardes eran frecuentes, los estados de alerta casi permanentes y el silencio ocupaba el espacio de la música.

Retomando a nuestro Patrón, del que nos habíamos apartado para meternos en la feria, diremos que en 1598 el alcalde mayor, Andrés de Álava quiso honrarlo de manera muy especial y asignó una cantidad de 400 reales para juegos, fuegos artificiales y fiestas, lo que le valió la crítica de regidores y procuradores del Concejo porque lo consideraron un despilfarro innecesario, al haber necesidades que cubrir, como atender el pago de las deudas contraídas con el médico de la ciudad o la reparación de escuelas y edificios de la administración municipal. Sin embargo, las críticas no fueron obstáculo para que el presupuesto y el programa dedicado a la celebración de su festividad se llevara a cabo y solo fuera superado por el asignado al Corpus Christi, que era la gran celebración en Vera.

Desconocemos si en los primeros siglos de patronazgo existió alguna imagen que representara a san Cleofás y a la que se le profesara culto, pero sí sabemos que, al menos desde el 5 de octubre de 1792, tuvo su espacio en el convento de los padres mínimos durante casi 150 años, despertando la devoción de los veratenses.

Debió de ser aquel san Cleofás una imagen imponente, porque no era habitual realizar tallas en tamaño natural. Fue una magna obra del imaginero madrileño José Piquer, por la que percibió 5.500 reales de vellón. Quedó concluida el 5 de octubre de 1792. En su traslado a Vera, vía Cartagena, sufrió daños a pesar de haberla transportado en un cajón fabricado para ese exclusivo fin por el propio escultor José Piquer y por el que percibió 300 reales más. El testimonio de José Antonio Bascuñana, capellán de marina en Cartagena, comisionado para su recepción, informa que “la efigie del Señor San Cleofás había llegado maltratada a esta ciudad (Cartagena)”. Se calcula que los daños para su restauración ascienden a 750 reales de vellón, costo del que ninguna de las partes está dispuesta a hacerse cargo: el Concejo porque achaca la culpa al escultor al acoplarla en el cajón de transporte de manera despreocupada, sin tener el debido cuidado ni tomar las necesarias precauciones para evitarle daños; por otro lado el escultor se defiende argumentando que la imagen tenía un peso mayor del acordado. La discordia llega a tal punto que Vera recurre el 18 de marzo de 1794 a la mediación del intendente general del Reino, tomando el Supremo Consejo la decisión de que “no excediendo de siete arrobas de peso, satisfaga la cantidad el escultor y excediendo de ellas se pague de los Propios de la esa ciudad”, y así se hizo: el peso ascendió a 16 arrobas y, por tanto, no hubo dudas de qué parte era la deudora. La diferencia en el peso era algo que se podía constatar y el mejor o peor empaquetado de la imagen era un argumento conjeturable.

En el convento de los mínimos estuvo nuestro Patrón expuesta al culto hasta que en la década de 1930 fue destruida y se talló una nueva imagen, obra del padre capuchino veratense José María de Vera, costeada por vecinos y comerciantes de la ciudad, que aportaron 310.000 pesetas, además de 50.000 que donó el Ayuntamiento.

Esta talla sustituyó a la destruida, de la que se pudo recuperar la cabeza, y que hoy forma parte de la imagen titular de la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús Nazareno de Serón. Terminada la imagen se pidió permiso el 5 de octubre de 1793 al conde de la Cañada, gobernador del Real Consejo, “para que se le conceda licencia para la corrida de cuatro fiestas de novillos y vacas en celebración de la colocación de su Patrono el Señor San Claofás”. El elevado gasto de la imagen había que recuperarlo, puesto que los fondos municipales no podían permitirse un gasto de más de 6.000 reales, si sumamos al costo de la talla, el pago del cajón para su transporte y la reparación de los daños producidos en el traslado. Unos años más tarde, en 1799, se vuelve a solicitar autorización para otro festejo taurino con el fin de atender el pago de una hornacina construida, probablemente, en el convento y “poner una puerta de cristal al nicho en que se ha colocado y proveerlo, en lo que alcance, de lo más necesario para su culto”.

San Cleofás puede ser un patrón elegido por el azar de los acontecimientos, como tantos otros en tantos pueblos y ciudades, pero Vera nunca ha descuidado su atención ni desatendido la confianza en él ante las adversidades.

Honremos a nuestro Patrón como merece y con la fe que nuestros antepasados le tuvieron a través de los siglos.

Septiembre de 2024

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