Entrevista realizada a Andrés Sánchez Picón por Francisco Fernández Caparrós
“ALMERÍA TIENE UN PROBLEMA DE DEBILIDAD POLÍTICA”
Entrevista a Andrés Sánchez Picón
Andrés Sánchez Picón (1957) es profesor y catedrático en la Universidad de Almería donde imparte clases sobre Historia e Instituciones Económicas. Ha dedicado numerosos artículos y libros a estudiar la economía andaluza y almeriense. En esta larga entrevista hablamos con él sobre la historia económica de nuestra provincia.
Desde la Transición hasta hoy, ¿cómo describirías la integración de la provincia dentro de Andalucía en los últimos 40 años?
La provincia de Almería es una delimitación administrativa de territorios que no siempre son homogéneos. Está claro que existen muchas diferencias entre la comarca de Los Vélez o la del Levante Almeriense y la del Poniente o la propia capital. Y por lo tanto coexisten modelos económicos y sociales diferentes que son el resultado de trayectorias históricas diversas.
Haciendo esta advertencia previa de la diversidad, de la pluralidad de escenarios económicos y sociales, lo que sí se puede decir es que en el último medio siglo, en los últimos 50 años -situándonos desde los años 60 hasta ahora-, en nuestra provincia se ha producido una revolución económica muy importante; una transformación muy intensa que desde el punto de vista económico se puede observar siguiendo la marcha de algunos indicadores. Pienso en dos de ellos. Por ejemplo, lo que se llama el PIB, el producto interior bruto, que trata de cuantificar la riqueza de un territorio: la producción de bienes y servicios en un lugar. El PIB de Almería hace 50 años, divido entre todos los habitantes de la provincia -el PIB per cápita-, podía ser el penúltimo o el antepenúltimo de España. De las 50 provincias que tiene el país, el PIB almeriense se encontraba en el puesto 47 o 48, junto con Granada y alguna provincia gallega. En el año 2000 podíamos estar en una posición casi intermedia: en el puesto 25 o 24. Por lo tanto, hemos vivido un gran salto y, además, en una época en la que toda la economía española creció mucho. Dicho de otra manera: esa convergencia o aproximación respecto al resto del país no se produce porque se queden paradas las provincias que había por delante de nosotros, sino porque hay una fuerte aceleración del crecimiento económico de nuestro territorio.
El segundo indicador es la población. A principios del siglo XX, Almería tenía 380.000 habitantes. En 1975 tenía más o menos los mismos. La población -que incluso había estado más baja en algunos momentos- todavía no había llegado a superar la cifra de las primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, ahora mismo, en el 2016, estamos en 700.000 habitantes. Se ha producido un crecimiento demográfico. Todo esto, claro, es muy diverso. Depende de en qué zonas nos situemos. Si pensamos en los pueblos de Los Filabres del interior encontramos que la caída demográfica ha continuado. En cambio, si pensamos en el litoral -desde Pulpí hasta Adra- ahí es donde se concentran casi las tres cuartas partes de la población. Es decir, se ha producido un vaciamiento del interior hacia el litoral. Esto ya nos pone sobre la pista precisamente de que ha sido en el litoral donde se ha producido esa revolución económica que ha estado protagonizada por dos sectores fundamentales.
El primero es la agricultura intensiva (bajo invernadero) que tiene dos focos principales: el llamado Poniente Almeriense, con unas 25.000 hectáreas invernadas, y la zona del Levante (Níjar), con unas tres o cuatro mil hectáreas. Luego encontramos algunos núcleos muy significativos como pueden ser Antas, Palomares o algunas zonas de Turre o Vera, aunque no ya de agricultura intensiva, sino de grandes plantaciones al aire libre especializadas en una sola producción. Esta agricultura comercial que produce hortalizas y frutas para mercados nacionales e internacionales sería uno de los pilares de esta recuperación económica. Esto es muy interesante porque normalmente el desarrollo económico ha ido ligado en muchas zonas de España -y en la mayor parte del mundo- al desarrollo de la industria. Sin embargo, en Almería la recuperación económica tuvo como protagonista un modelo agrícola. Un modelo agrícola muy avanzado, muy tecnificado, pero agrícola al fin y al cabo; con una industria auxiliar pegada a él, pero, de nuevo, agrícola. Esta es una peculiaridad del modelo almeriense.
El segundo elemento de recuperación va a ser el turismo. En Almería se desarrolla tardíamente en comparación con Benidorm, con Alicante, con Baleares o con la Costa del Sol malagueña. Aquí el desarrollo de ese sector se produce más tarde porque había dos problemas que solucionar. Primero, el aislamiento provincial. Hasta que en 1968 no se construyó el aeropuerto y, en la última década del siglo XX, llegaran las autovías, el aislamiento estaba por resolver. El segundo problema era la falta de agua. El agua era fundamental para que se pudiera desarrollar el sector turístico. Con el pantano del Almanzora, con las desaladoras y con algunas otras infraestructuras que se han hecho, el problema del agua no se ha resuelto totalmente, pero sí hay agua suficiente como para incrementar la superficie que ocupan esas nuevas urbanizaciones turísticas, etc. Por último, habría un tercer elemento de la recuperación económica: el sector del mármol, en la zona de Macael. Las canteras, por un lado, y las fábricas que elaboran el mármol, por otro. Dentro de esas fábricas destaca una, Consentino, que se ha convertido ya en una verdadera multinacional. Esos serían los elementos que explican la recuperación.
¿Qué significa esto en el contexto andaluz?
Ha habido momentos en los que Almería ha encabezado el PIB per cápita de todas las provincias andaluzas. También ha habido etapas en las que ha tenido la tasa de desempleo más baja de toda Andalucía. Eso ha pasado hasta el año 2004, 2005 y 2006. Durante la burbuja inmobiliaria, el enorme desarrollo del sector de la construcción en el litoral -especialmente en algunas zonas como Mojácar, Garrucha, Vera…- supuso 90.000 puestos de trabajo. De alguna manera, el modelo económico almeriense estuvo a punto de cambiar en esos años. Cuando explotó la burbuja inmobiliaria, en 2008, la economía almeriense está haciendo una digestión muy pesada. De hecho, nuestra posición ahora mismo en PIB por habitante no es tan buena como la que teníamos hace 10 o 15 años y nuestras tasas de desempleo están cercanas al 30% cuando siempre se habían situado en torno al 14%; incluso en el año 2007 tuvimos una tasa de desempleo del 7%. Nuestra tasa actual, aunque ha bajado en el último año, sigue siendo muy elevada. Resumiendo: hemos tenido una gran transformación económica, de la población, de la ubicación de la población; una transformación del territorio que se aprecia tan solo echando un vistazo a algunas fotografías; un modelo que se basaba en la agricultura y en el turismo, pero que fue presa también del espejismo de la burbuja inmobiliaria.
Has dicho que el modelo económico provincial estuvo “a punto de cambiar” durante los primeros años del siglo XXI. ¿Qué ocurrió?, ¿hacia qué modelo pudo cambiar?, ¿qué lugar ocupa la construcción en ese modelo?
La multiplicación de la actividad de la construcción en la primera década del siglo XXI conmocionó la estructura económica de la provincia. Concentró un volumen muy importante de inversión y de empleo, aunque a costa de aumentar la vulnerabilidad del modelo de desarrollo económico. Históricamente, la agricultura había incorporado como una de sus características la de ser una actividad no demasiado procíclica. Esto quiere decir que cuando la fase del ciclo económico toma una pendiente negativa, la actividad agrícola aunque se resiente, se mantiene; sin embargo, la construcción es muy procíclica, y cuando desde 2008 se produjo el estallido de la burbuja inmobiliaria, la actividad de este sector se detuvo por completo, provocando una masiva destrucción de empleo que llegó a convertir a Almería a la altura de 2012 en algo inédito en su historia reciente: la provincia andaluza con las tasas de desempleo más elevadas, por encima del 34%. A esto me refiero cuando hablo de aumento de la vulnerabilidad del modelo económico. En este momento, la herencia de este viraje se siente todavía en la marcha de la economía almeriense.
En este escenario que has descrito, ¿cómo explicarías que seamos la provincia políticamente más desatendida de Andalucía?
Almería ha sido históricamente -no solo ahora- muy débil en términos políticos. Su posición periférica, lejana a los centros de poder, tanto Madrid como Sevilla, y probablemente también una cierta responsabilidad de las élites locales. Al fin y al cabo los representantes políticos de los distintos territorios surgen de las élites, es decir, de la gente con más formación, con más cultura o con más influencia económica. Lo que ocurre en las listas de nuestros representantes de la provincia de Almería es que o son de fuera o, aunque tengan origen almeriense, sus intereses están radicados en otros sitios. Hay una cierta debilidad en la representación política. Porque al fin y al cabo la política es ordenar prioridades: como los recursos no son infinitos, quien gestiona el dinero público para hacer infraestructuras tiene que priorizar. En ese orden de prioridades la capacidad de presión política es importante. No digo que sea el factor determinante. También es cierto que hay veces en las que hay que atender prioridades de sitios muy poblados donde hay más ciudadanos que se van a beneficiar de esa actuación o estructura.
Pero Almería ya tiene la suficiente población -con esos 700.000 habitantes y con la gran concentración en la zona del litoral- para dejar de ser considerada una provincia remota y despoblada. Eso ya no es así. No tenemos la concentración de población de Alicante o de Valencia, pero no somos, con todos mis respetos, Zamora o Palencia. Entonces, probablemente ha sido una debilidad política y de nuestros representantes que además nunca ha sido castigada por la ciudadanía porque se siguen presentado y los seguimos votando. Hay que tener en cuenta que esto tiene mucho que ver con la historia: Almería era a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, junto con otras provincias del sureste (Granada, Jaén, Murcia), uno de los principales lugares donde arraigó el caciquismo.
Espero que la sociedad almeriense se despierte de ese letargo. Hay algunos síntomas que apuntan aquí y allá. Las generaciones más jóvenes tienen mucho que hacer al respecto. En todo caso, efectivamente tenemos un problema de debilidad política.
En muchas ocasiones el modelo económico de los invernaderos ha sido calificado como un “milagro”. En el actual marco europeo de crisis y reconfiguración económica y financiera, ¿cuál es la continuidad de dicho modelo? Por otra parte, ¿cómo le afectan los mercados del norte de África?
A mí la expresión “milagro” -que ha hecho fortuna y que todo el mundo hemos utilizado- no me termina de gustar porque parece que remite a algo inexplicable, y la verdad es que el llamado “milagro” agrícola almeriense tiene su explicación en factores históricos y medio ambientales en los que ahora no me voy a detener. Uno de los motores del modelo económico almeriense ha sido su integración en otros mercados mayores: primero en los mercados nacionales, en los años 50 y 60, y después, a partir de la década de los 70, en los mercados europeos. Actualmente en torno al 65% de la producción almeriense se dirige a esos mercados.
Constantemente se piensa que de esos mercados europeos nos podrán desalojar competidores como Turquía o Marruecos porque, además, se considera que en esos lugares los costes de producción son más bajos. De todos modos, esto se lleva diciendo al menos tres décadas y sin embargo tanto la producción como la superficie invernada ha crecido en los últimos años. Bien es cierto que los precios están estancados desde hace tiempo y que las rentabilidades ya no crecen tanto. De hecho, como no se ha crecido tanto en rentabilidad se pone más superficie en invernadero para compensar la caída de la rentabilidad. Pero siendo eso así, igual que la agricultura intensiva holandesa aguantó el envite de la competencia almeriense y española y sigue siendo una agricultura potente, creo que nuestra agricultura soportará la competencia de la agricultura de la orilla sur del Mediterráneo.
Fundamentalmente de lo que dependerá su supervivencia será de la especialización de esta agricultura en productos de calidad -en agricultura ecológica, en circuitos de comercialización distintos, etc.-. Tenemos que competir en calidad, no en precio: siempre será más barato producir en la orilla sur. La cuestión es saber si con una agricultura de calidad, respetuosa con el medio ambiente, con buenas condiciones laborales, podrá haber 30 o 40 mil hectáreas de cultivo y 90.000 personas trabajando o, por el contrario, habrá muchas menos con menos personas trabajando. La cuestión que está por resolver es si es posible dar ese salto a la calidad teniendo que hacer un ajuste que reduzca productores y trabajadores o no. Ese es el gran reto ahora mismo. En ningún caso creo que el sector se vaya a hundir del mismo modo que ocurrió con la minería en el siglo XX. Eso no lo contemplo. Ahora bien, un ajuste sí puede producirse.
Pienso en tres factores que atraviesan ese modelo: la migración, la creación de hiperguetos y la sobreexplotación de los acuíferos. ¿En qué sentido tendría que ser ese ajuste?
Efectivamente, en cuanto a la migración, nuestra provincia ha tenido saldos migratorios negativos desde el siglo XIX hasta el año 1980. En 2012, 2013 y 2014 hemos vuelto a tener saldos negativos. Aún no tenemos los datos de 2015. Esto es un acontecimiento singular. Probablemente este año ya no se den. En este sentido el ajuste podría venir por la vía de que se vaya gente. ¿Quiénes? Este es un debate complicado. Hasta ahora se ha señalado a los jóvenes cualificados, lo que supondría un desastre porque se ha hecho un esfuerzo por parte del país para generar ese capital humano. Es exportar riqueza. Probablemente, dadas las condiciones ambientales de la provincia y los recursos que tiene, no es fácil imaginar que podamos mantener el ritmo de crecimiento que hubo desde mitad de los 90 hasta la mitad de la década del siglo XXI. Si ese ritmo se hubiera mantenido seguramente ahora nos estaríamos acercando al millón de habitantes. Sin embargo, nos hemos quedado en 700.000, y probablemente podamos bajar. A esto hay que añadir la migración extranjera: Vera es un ejemplo palmario. Y es posible que eso vaya a continuar unos cuantos años.
En torno a la inmigración hay otro problema: la aparición de grandes zonas en las que viven colectivos en grave riesgo de exclusión social. No solo resulta insoportable por lo que tiene de inhumano e incumplimiento de los derechos humanos fundamentales -derecho a una vivienda digna, derecho a atención sanitaria, etc.-, sino que genera una imagen muy negativa de la provincia, y esta es una provincia vendedora: que vende paisajes para el turismo y frutas y hortalizas para los mercados internacionales. No se puede permitir eso. Esto puede sonar muy cínico, pero no se puede permitir. Respecto a la cuestión de los guetos y de las áreas de exclusión que encontramos desperdigadas en el poniente (en el Campo de Níjar o en algunas otras zonas), hasta ahora las administraciones han sido incapaces de resolver ese tema. Miran para otra lado. Por otra parte, los agricultores y los empresarios son incapaces también de resolverlo porque hay que tener en cuenta que aquí no hay grandes empresas agrarias con centenares de trabajadores como en Pulpí, Lorca o Cartagena (donde pueden construir un albergue para todos sus trabajadores). Aquí lo que predomina es la explotación familiar. Ahora mismo nos encontramos en un momento de transición de este modelo hacia una agricultura empresarial, aunque aún mantiene muchas de las prácticas familiares. Esa gente, que tuvo mucho mérito para sacar adelante los invernaderos, como empresarios de esta mano de obra que ha llegado de fuera pueden abonar salarios dentro del convenio -un convenio que es de los más bajos de España, el Convenio Colectivo del Campo-, pero lo que no pueden solucionar son los problemas de vivienda, de atención sanitaria, de escolarización… Eso lo tiene que hacer la administración. Y la administración no lo está haciendo.
Esta es una debilidad grave. Más allá de las impresiones que uno recibe cuando se mueve por esos lugares, no tenemos datos para saber cuánta gente vive en esas condiciones. Hay gente que te habla de cientos y hay quien te habla de miles de personas. Ahí tenemos un tema pendiente de investigación. En cuanto al uso de mano de obra ilegal, con jornales o salarios inferiores a los del convenio, tampoco tenemos datos claros. Hay quien te dice que es marginal el empleo de mano de obra ilegal, hay quien sostiene que es fundamental; sobre todo cuando caen los precios de producción. En toda esta cuestión que has planteado -digamos, la dimensión social del modelo- andamos a oscuras. Esto parece increíble, pero andamos a tientas. De quien tenemos más información al respecto es de las ONGs -como Almería Acoge- que se dedican a atender a los migrantes y que ofrecen datos parciales y demás.
Por último, los acuíferos tienen tipologías diferentes. El de Níjar es un acuífero confinado. Al tratarse de un acuífero que no tenía alimentaciones externas pronto se sobreexplotó. El acuífero del Poniente, donde está la mayor concentración de agricultura bajo plástico, ese sí se alimenta de las calizas de Sierra Nevada y de la Sierra de Gádor. Ahí el problema más que de sobreexplotación es de contaminación. La utilización de pesticidas y de tratamientos fitosanitarios durante muchas décadas ha acabado contaminando determinadas zonas del acuífero. Luego otra parte del acuífero sufrió intrusiones marinas y se salinizó.
No obstante, en general en el uso del agua ha habido una ganancia en eficiencia: se gasta menos agua para producir mucho más que cuando se regaba por inundación. Aquí el balance también es complicado. Hay mejoras en eficiencia pero problemas de calidad de las aguas del acuífero. Eso se tiene que contrarrestar siendo eficientes en el uso de aguas y dejando de usar tratamientos químicos en la producción. Se ha avanzado mucho en la producción integrada. Por ejemplo, en el uso de abejorros para la fecundación y la polinización. Todavía no se ha llegado a la agricultura ecología, aunque según el número de certificaciones de agricultura ecológica, la provincia que más hectáreas tiene es la de Almería.
¿Cuándo acecha el fantasma de la falta de agua? Cuando hay un año de sequía como este. Este año ha hecho que la recarga del acuífero sea mucho más lenta. El tema de que la tecnología nos pueda salvar a través de las desaladoras es complicado. El precio del agua es elevado. Aunque es mucho más bajo que hace 10 años, todavía es un precio que no pueden pagar los invernaderos. Sí pueden pagarlo el sector turístico, los consumidores urbanos, etc. Por eso el mayor consumidor de agua, que es la agricultura, no está demandando agua de las desaladoras. De hecho, tenemos un exceso de desaladoras: el potencial de producción del agua desalada de Carboneras -que es la mayor desaladora de toda Europa- o de cualquier otra desaladora no es aprovechado porque no hay demanda suficiente. Y no hay demanda porque a esos precios los agricultores no están dispuestos a emplearla.
En todo caso, no soy muy pesimista con respecto al tema del acuífero. Ahora mismo creo que es mucho más preocupante la gestión de la mano de obra y los problemas de exclusión social. Por otra parte, también hay que pensar en la otra cuestión que apuntaba antes: el ajuste que habrá que hacer con reducción de productores (tanto empresarios como trabajadores). ¿Qué otros sectores productivos pueden absorberlos en un futuro? Esa es una gran cuestión.
¿La deuda de los invernaderos ha aumentado en las últimas décadas? ¿En qué estado se encuentra?
No tengo datos de la deuda que tienen los agricultores. Me da la impresión de que es una deuda inferior a la que tienen las familias. Ahora mismo en este país tenemos un problema de deuda pública del que no vamos a hablar. Solo un dato: la deuda pública equivale al PIB español, es decir, sumaría un total de 1 billón de euros. Sin embargo, la deuda privada es tres veces esa misma cantidad. Tenemos un problema enorme de deuda privada muy vinculada con el apalancamiento de la gente con todo el dinero que se pidió durante los años de la burbuja para la adquisición de vivienda. En el caso de la economía almeriense -uno de los grandes escenarios de la burbuja- éramos la tercera provincia en conceder licencias de obra después de Madrid y Barcelona en los años 2005, 2006 y 2007. Y era la primera o segunda provincia de España en hipotecas por habitante en términos relativos. Ahí se acumuló un importante caudal de deuda, que no estaría vinculado a la construcción de nuevos invernaderos o a vender nuevos sistemas de producción, sino a la adquisición de inmuebles. Puede ser que en algunos casos se utilizara como aval el invernadero, es posible. Lo que quiero decir es que el origen de nuestra deuda es extraproductivo, no está vinculado exactamente a la actividad productiva. La modernización agrícola se ha cubierto con el recurso a préstamos que han concedido entidades como Cajamar -que siempre ha estado financiando este modelo agrícola- o Caja Rural, o con líneas de financiación que venían de programas europeos o de la Junta de Andalucía.
Y mientras que las campañas son rentables se puede ir devolviendo la deuda. En principio, en el sector agrícola no ha tenido un problema de devaluación de los activos como sí ha ocurrido en el sector inmobiliario. Un invernadero vale ahora lo mismo o más que en 2005, una vivienda no. La capacidad de respaldar una situación de deuda es mucho mayor en los activos agrícolas que en los activos inmobiliario. Por lo tanto, no creo que la deuda agrícola con carácter general -porque hay casos y casos- sea una grave amenaza. Otra cosa es que se acumulen varias campañas con bajos rendimientos, bajos precios y bajos resultados. Entonces amortizar las inversiones que se hayan hecho podría convertirse en un problema. Pero la verdad es que si miras los informes de las campañas agrícolas, aunque son valoraciones generales, en los últimos cinco años hemos tenido dos campañas buenas y tres regulares, pero no cinco campañas catastróficas. Por eso, el problema de la deuda, aunque se trata de un problema real para el conjunto del país, no es particularmente preocupante en el terreno agrícola.
El último libro de Carlos Arenas Posadas (Poder, economía y sociedad en el sur. Historia e instituciones del capitalismo andaluz) trata sobre la historia y las instituciones del capitalismo andaluz, ¿coincides con su diagnóstico?
Carlos Arenas está influenciado por las tesis institucionales de Acemoglu y Robinson, esas que en España fueron popularizadas por César Molinas hace dos o tres años con su teoría de la clase política. Ambos consideran que existen instituciones y élites extractivas. Es un modelo muy atractivo para aplicarlo a una realidad como la andaluza. Creo que sí hay algunos comportamientos claramente extractivos en el funcionamiento del capitalismo de la economía de mercado en nuestra región; de comportamientos que tratan de obtener rentas utilizando a las instituciones sin generar riqueza sostenible a lo largo del tiempo. Es más, a veces esos comportamientos extractivos ahogan iniciativas emprendedoras que podrían ser muestra de un capitalismo diferente.
Voy a llevar esto al caso de nuestra provincia. En principio el sector agrícola almeriense no tenía un carácter extractivo en el sentido que apunta Carlos Arenas; sí extraía recursos naturales, pero no en el sentido de la extracción de rentas. ¿Por qué? Porque históricamente la mayor parte de las rentas que obtenían los agricultores las conseguían en el mercado, mientras que en la campiña sevillana o cordobesa la mayor parte de la renta agraria -o al menos un porcentaje muy significativo- se obtenía de subvenciones. Sin embargo, ante las dificultades que se están planteando en los últimos tiempos en el sector agrícola, está habiendo cada vez más voces que piden protección al Estado, es decir, piden seguir la senda no de un capitalismo competitivo, sino de un capitalismo extractivo. Ese riesgo ahí está. Es un riesgo que existe.
Aún tengo que terminar el libro de Carlos para darte una opinión más fundamentada. Creo que ha hecho un esfuerzo descomunal, extraordinario. Sin embargo, creo que algunas de sus tesis son discutibles. Defender la existencia de un capitalismo histórico en Andalucía no es sencillo, pero es una idea potente. Es algo que tenemos que tener en cuenta.
Última pregunta. ¿Qué tendencias, modelos, trayectorias, se dibujan para Almería y Andalucía en las próximas décadas?
Depende crucialmente de lo que pase con el proceso de construcción europea. Ahí nos la estamos jugando. Esto es fundamental. Cómo se construye la unidad europea va a ser decisivo para la regulación de la actividad económica y para nuestros mercados. El dilema es: si el proceso de construcción europea avanza hacia -exagero un poco- los Estados Unidos de Europa, con políticas fiscales comunes, políticas presupuestarias y en el que los planteamientos de la estabilidad y la austeridad presupuestaria se superan o volvemos a los Estados nación, cada uno con su política económica, cada uno, incluso, con su moneda y con unos mínimos acuerdos de libre comercio. Donde estamos ahora mismo no nos podemos mantener mucho tiempo. O avanzamos hacia la integración plena o retrocedemos hacia los Estados nación. Según dónde nos coloquemos así será el futuro de la economía andaluza y almeriense.
Si volviéramos a los Estados nación, a tendencias proteccionistas, a tener dificultades en los mercados exteriores, nos pasaría como en los años 20 o 30, donde la introspección económica que anunció el periodo autárquico después de la Guerra Civil, los años de la posguerra, etc., nos colocaron en el peor momento de nuestra historia. En cambio, si avanzamos hacia la integración probablemente habrá oportunidades e incluso las cosas positivas que pasen en Hannover o en Frankfurt repercutirán positivamente aquí y viceversa. Si no avanzamos hacia eso nos quedamos en una situación muy limitada: con una moneda que prácticamente nos hace perder la autonomía económica, pero sin beneficiarnos de los ciclos de crecimiento positivo en otros lugares del continente.
Soy partidario de avanzar en el proceso de construcción europea sobre otros principios, sobre otras bases, con otros criterios que no sean solo los del ‘austericidio’. La globalización tiene sus riesgos y sus perjudicados, pero la autarquía y el aislamiento también los tiene y en mucha mayor medida. Estamos en un momento crucial: el referéndum británico dentro de un mes escaso nos indicará hacia donde podemos caminar. Veremos.
31-05-2016
Entrevista realizada por Francisco Fernández Caparrós