Fue mi abuelo (Manuel Caparrós Caparrós) el que me animó a leer al geógrafo anarquista Eliseo Reclus. Él recordaba con delectación las descripciones de un libro que había perdido durante la guerra civil española: La Montaña. Andando el tiempo he ido encontrándome con libros del francés, adquiriéndolos más por cumplir con el deseo del recordado maestro veratense y pretender disfrutar y hacerle disfrutar a partir de mi lectura que por simpatías políticas hacia los que consideran que el Estado esclaviza al hombre, ya sean de un bando o de otro.
El hombre y la tierra (1903) pasa por ser una Geografía e Historia universales resumida. Hojeando el segundo volumen leí lo que Eliseo consideraba como el origen iconográfico del águila bicéfala. Afirmaba que fueron los guerreros cruzados, tras desvalijar Bizancio, los que regresaron a occidente con el símbolo (1096-1291), fechas aproximadas del inicio de los reinados de los Hohenstaufen en Alemania. El incansable viajero no se equivocaba, ¡y cómo escribía! Incluía la fotografía del relieve que observan.
Efectivamente, el primer bajorrelieve aparecido es de Tell Halaf (Neolítico de Mesopotamia) y tiene más de 4000 años. Otro símbolo reproducido en este contexto era el la doble hacha. Pero son los indoeuropeos hititas los que repiten más el motivo (a partir de 1650 a.C.), asentados en la actual Turquía y barridos por los misteriosos Pueblos del Mar (1000 a.C.).
En oriente, el Imperio Romano bizantino (330-1261) resucita el símbolo, en opinión de unos simbolizando una cabeza el caduco Imperio Romano de occidente y la otra, el nuevo; en opinión de otros tomándola directamente de la tradición milenaria hitita de la península de Anatolia. Los musulmanes (Egipto) ya la conocían desde el siglo X. Desde Bizancio pasará a Albania y al Imperio Ruso.
En occidente, la vemos como rareza por primera vez en un sello francés de Jocelin de Chanchevrier (1229); se generaliza a partir de 1300. En el Sacro Imperio Romano Germánico (962), sucesor del Imperio Romano de Oriente, los Hohenstaufen (o gibelinos, 1138, Federico II, 1210-1250) reaniman al animal mítico; los Habsburgo (Austrias, 1273) vuelven a tomarlo. Es en realidad en el siglo XV cuando se añade a la tumba de Carlomagno (800); llegará a Vera con Carlos V (1519), sustituyendo al águila de san Juan Evangelista, monocéfala y tomada por Isabel La Católica. Se mostraba en uno de los relieves exteriores de la Iglesia fortaleza de la Encarnación; ondeó en el pendón de la Ciudad que se conserva en la Sala de Plenos del Excmo. Ayuntamiento, cuyo primer sello conservado del escudo municipal inserto en el ave rapaz data de 1810.
En España se criticó mucho a Carlos V por traer en su emblemática un ser tan monstruoso, dándose varias justificaciones para explicar su carácter: se trataba de dos águilas dándose la espalda o la superposición de varios escudos diferentes, o…
El significado simbólico inicial de la imagen no se descubrirá nunca, dadas las infinitas posibilidades elucubrativas a que invita (poder, vigilancia, dualidades, unión de fuerzas, esoterismos…), mas, no dudo en implicarme con la del materialismo filosófico (Gustavo Bueno):
La vida religiosa del hombre comenzó a raíz del trato con los animales. Hasta su domesticación quedaría desarrollada la primera fase de las religiones; representaban para el hombre paleolítico el papel de númenes, entidades no humanas a las que había que engañar, rogar, obedecer o matar (pinturas de cuevas prehistóricas). En la fase de la religión secundaria o mitológica, el hombre hizo a sus dioses a imagen y semejanza de los animales, llegándose a dar en la iconografía seres híbridos mitad hombre, mitad animales –Anubis, Horus, los Tetramorfos bíblicos, el hechicero de la Cueva de los Letreros, etc.- (los dibujos del techo y de las paredes de la cueva los proyectará hacia la bóveda celeste –constelaciones-, comenzando lo que todavía hoy se conoce como ‘horóscopo’), un delirio de la imaginación que se irá descomponiendo hasta el desarrollo de las religiones de la tercera fase, en donde los dioses animales son sustituidos por dioses antropomorfos y, finalmente, por un dios únicoe incorpóreo.
Eso creo: el águila bicéfala es un ser quimérico, fruto de un delirio. Un animal divino.
Manuel Caparrós Perales
Archivero Municipal de Vera
12-09-14