Siempre está la noche.
El espacio entre la una luna y otra luna. Siempre es la luz del día.
Memorable día, en que el intelecto se ilumina sobre su miseria.
Y pregunta asombrado, ¿Joder dónde voy?
Miseria de la mañana, de la tarde y de la noche.
Luz de amaneceres, página donde ver otro horizonte. No tan oscuro, porque también la sonrisa existe.
El horizonte negro se ve, más el corazón no tiene límites.
Que sea este espacio, un espacio de luz, de otra luz. No tan turbia del mediodía.
Acostúmbrate hermano a visitarme.
Que estoy solo con mi estudio.
Y la noche y el frío no son ya para los viejos.
Abraza mi canto, y acompáñame un poco en estas páginas.
Gracias por ellas.
No estamos solos.
Bartolomé Contreras Segura