Textos de Moros y Cristianos de Vera escritos por Manuel Caparrós Perales.
1. DISCURSO DE CIDI YAHYA, ALCAIDE DE VERA
La paz con vosotros sea. Os habla el cristiano nuevo, Pedro de Granada Venegas, en otro tiempo llamado, Cidi Yahya Alnayar, almeriense de Marchena, señor y nieto de reyes, hijo de Abén Celín, alcalde y visorrey de Almería, además de alcaide de Vera; el hombre que la entregó, que urdió muy sutiles hilos, para evitar ya más viudas, hacer cesar los llantos, las guerras, la miseria, los raptos…, y dejar crecer las huertas, perdidas año tras año; recoger al fin los frutos, de tanto árbol talado…
En Lanjarón, aquí me hallo, mil quinientos, y seis años recordando, Al-Ándalus, nuestra tierra, creada por descontento, de aquellos viejos hispanos, béticos, judíos, romanos…; humildes, doblegados por los godos, aristócratas crueles, cristianos arrianos, norteños, pálidos y escasos; aceptaron sin batallas lo que el Profeta ofrecía: un dios joven, pan para ese día, un futuro poco incierto y el naciente imperio islámico.
Y después de Córdoba el poder, triunfo del califato, fronteras, tributos varios, cobrados de los cristianos, que aceptaban la poderosa, soberanía de su amo. Trescientos años duró, llegando presto las taifas, la vanidad entre hermanos, el enemigo que avanza, imponiéndonos, a poco, los tributos de las Parias, y llegando hasta Toledo… Y no tener más remedio, iniciando la busca en África, infantil, primitiva y caliente, a quien pudiera defendernos (almorávides y almohades), de los reinos que acercaban, la cruz de lejana Roma, el miedo y la cota de malla.
El inicio del final, mil doscientos, año doce, en Granada replegados, hermosa, fiel, indolente… Y fue en Tolosa, en las Navas, la derrota, Al-Uqab, presintiendo el mal augurio, de la unida cristiandad. Y saber que todo acaba, todo tiene su final, con condición de vasallos de aquella Castilla frugal, ruda como sus llanos, pero más paciente y tenaz.
De la Cora de Tudmir, Medina Bayra marinera, a ser tierra de nadie, nuestra Vera vieja hasta Lorca, desde Lorca al Almanzora, a poco se convirtió en dura tierra, frontera, de cabalgadas, rescates, cautivos “de buena guerra”, y de mala en tiempo de paz, llorando su taha entera, ahumadas, torres costeras, atalayas, y Huércal y Overa, punta de lanza de un reino, defensa de nuestra tierra, la fortaleza de Nieva, avisando a Granada de cuándo el infiel se acerca. Atajadores con cien ojos, casas fuerte, fortalezas, dialogando con los otros, en la Fuente de la Higuera, a pesar de que los jeques, se empeñaban en la guerra, contra sus propios hermanos, Boabdil y El Zagal, acaban con ocho siglos, mil cuatrocientos setenta.
Y diez años después, llegué yo a vuestra Vera, guardando mi secreto, mostrando mi alcaidía, fiel a Muley Hacén, a El Zagal, pactando con el rumí, Fernando y su buena reina, poco después de oír, sufrir cuando les decían: «Id a decir a vuestros, dos cristianos soberanos, que ya murieron los reyes, que pagaban los erarios, a los reyes trinitarios», ¡pobres!, entonces pensé, si a vuestros hijos lanzáis, a dar guerra perdida, contra esos galileos, y en batalla fratricida, se enzarzarán, ¡mala lid!, nuestros otrora hermanos. ¡Ay!, ¡ambicioso Boaddil! La muerte te espera en Fez; allí sellarán tus labios.
Y tal como ocurrió, años atrás, ochocientos, haciéndose moro el hispano, el muslim esperó al cristiano, harto de tanto fuego, y con grietas en las manos, de tanto rezar a Dios, para olvidar el espanto, para enterrar lo podrido, adelantar lo esperado. Y nosotros, nazaritas, jugando, haciendo teatro: el Rey Chico, Boabdil, ya pactando con Fernando, anhelando siempre un trono, que nunca tuvo ganado. Los nazarenos nos daban, grandes treguas por dos años; yo ante mi cuñado, que todo seguía igual (El Zagal), que seríamos mahometanos. Perdiese ya quien perdiese, yo siempre saldría ganando, y la gente de Granada, sin remedio bautizados.
La paz sea con vosotros. Siempre seremos hermanos.
Y siguiendo en este trance, vengan fantasmas a mí, para aclararos los lances, pasados o por venir, que nos hablen de la Tierra, que yo consentí en rendir, en buena hora o en mala. Juzgad entonces quién yerra, por el bien de sus gentes, el regalo de mercedes… y que tiren la primera piedra.
2. DISCURSO DE MARÍA GARCÍA. MORISCA
Larga vida tengáis, tranquila os la dé Dios, y yo me presento aquí, honrando a Nuestro Señor.
Vos sirve María García, antaño llamada Fátima, de Yalí Aben Yalí, morisca y buena cristiana. Mil quinientos y seis años, y ahora en Antas me hallo, de este Lugar soy vecina, de que fui hace treinta nacida, de una madre ya expulsada, de esa vieja Vera altiva. Y díganme, si no fue sueño, y si acaso fuera falso, que aquella abuela contaba, era Vera musulmana, tiempo ha ya algunos años.
En las noches me decían, si no estoy del todo errada, si aún puedo recordallo, que era de cielo claro, que crecía mucha cebada, y sus pastos abastecían, a muchas ovejas y cabras. Así era la Vera vieja, de alacranes y serpientes, donde no llueve casi nunca, la que siglo tras siglo, construimos mano con mano, la del castillo del Cerro, por la que tanto sudamos. Santo lo llamarán luego, en tanto la tierra tiemble, un nueve de noviembre, y se faga la del llano.
Su reato se inundaba, cuando Dios se lo mandaba, dando el lujoso tarquín, haciendo crecer moreras; parrales, higueras, palmas… Y vecinos muy industriosos; alfareros, arrieros, alarifes, mercaderes, que comerciaban con Murcia, por caminos do la suerte, podíante llevar a la muerte. Gente sencilla y valiente, por suerte pocos ilustres, que daban poco valor, a la vida de los sin nombre.
Plácida vida tuvieren, si no fuera porque Hacén, y de Granada lejanos reyes, enviasen oscuros hombres, para la a ella defender. Porque era también Vera, en tanto ciudad nodriza, lugar de paso hacia Huércal, que fortaleza y cárcel tenía (nuestro cadí los juzgaba, expiando la culpa tres años), de muchos bastimentos básicos, de la canalla asesina, ballesteros y lanceros, y siempre el deber de otear, la que vería más de un día, cómo se acercaban tropas, cabalgando desde Lorca, dañando con correrías, ésta nuestra hermosa ribera.
Y tenía ostentosa mezquita, con muchas columnas de mármol, vetado de blanco y negro, do rezaban los hermanos. Sus muros tenían dos puertas, un mesón hospitalario, de viento un par de molinos, y aljibes, que eran ya cuatro. Así, lo que echo a faltar, en este Antas arbolado, es el olor de la mar, ese azul que, decían, no hacía añorar la paz, ni encontrar ricos tesoros, ni ir a peregrinar…
Ansí todo terminó, cuando el noble Yuça Cordela, el Alcaide Cidi muy lejos, y El Zagal en Almería, presto a defendella, no sin antes comprobar, cómo de los 300, la mitad a Baza escapaban, entregase
por fin Vera, a los que nos prometían, riqueza, paz y más calma. En ti esperanzas puestas, ¡Garci Laso de la Vega! No te fíes jamás del rumí, su cruz es la espada en la guerra.
Mas no duró mucho la suerte, pues fuimos expulsados, muy presto del alto fuerte, y puesto que habíasenos prohibido, habitar cerca del mar, no fuera que ayudásemos, al africano a cruzar, caminamos río arriba, a menos de media legua, no nos fuera a ocurrir, lo que al hebreo sefardí, tener que esconderse o partir, fingiendo como alma en pena. Con doce barracas de atocha, fundamos Antas la mora, trabajando para la Vera, espero que en buena hora.
Prometo a Vera volver, siendo esclava de un tal, Cervantes, de Haro o Soler, pues no deseo la libertad, si mis hijos se ven lejos, de éste su verdadero hogar. Acoja yo así en mi seno, semilla de galileo. Nuestra sangre será la vuestra, siempre nos tendréis muy adentro.
3. [DISCURSO DEL MARQUÉS DE CÁDIZ]
Yo, don Rodrigo Ponce de León y Núñez, que soy
último marqués de Cádiz, marqués de Zahara,
estante en la Ciudad de Lorca, en junio, a día siete,
daré Vera a mi reina y a Cristo la Ciudad de Granada.
A la espera de partir, rezando, así el día nazca,
narrando voy mientras lo que a Vos compete,
de mis hechos, mis miserias, cosas de armas.
A cuatro años de aquí, me alcanzará la muerte.
Cuatrocientos ochenta, y ocho años, junio, pertrechado,
desde Sevilla requerido, dirijíme a esta tierra, con valor,
ochocientos peones y caballos, ricamente enjaezados,
alta y poderosa Señora, entregarán Vera y su alfoz.
Y aceptando sin violencias, por argucias, lo pactado:
Presentes están en Murcia, los Reyes Isabel y Fernando,
y habiendo prometido informar, siete cartas, mi deber,
preparan víveres, bastimentos y muchos hombres armados.
Mi lema de oro, largas letras: ESPERANZA, EN LA FE.
Dudosas fidelidades, me suman los descontentos,
oigan al fin mi verdad, aclárense aquí mis yerros:
en otro tiempo creí, evitar serle infiel luchando,
respetándolo hasta el fin, defendiendo a Enrique IV.
Luché, aposté y perdí. Rectificar es de sabios:
ayer pleitesía rendí, a mis buenos reyes santos.
Y sobre mi antiguo enemigo, aquel de Medinasidonia,
ahora ya somos hermanos; dejad de llamarme hipócrita.
Al fin quedó todo claro, mi vida salvó el Guzmán;
¡Aprende y perdona, Boabdil!; ya todo en ti es vanidad.
Sin crédito el Zagal, guerreando en ambos bandos:
dirá el cronista muslim, por mor de quitarnos mérito:
«fácil batalla fue; se entregó la ajarquía sin esfuerzo».
Mas, mañas fueron, cuatro siglos, hasta vencer en Toledo.
La peste nos abre el camino y a Almería acude el rey viejo.
¡Es ésta nuestra hora, El Zagal batalla muy lejos!
El Alcaide Cidi Yahya, a espaldas pactó con los nuestros.
El último será de Vera, por piedad entregó su reino.
Bautizado, en buena hora, lo guarde Dios en su seno.
Y si dijeren los siglos, venideros, quizá enfermos:
«es España un fantasma, su existencia ha sido un sueño;
injusto echar al infiel, arrancar de la tierra a su dueño»;
decid que un sólo objetivo, hoy puede más que el acero;
las armas nunca convencen. Granada es un fruto muerto.
Lengua y religión recobren, el germen de nuestro imperio,
Hermanando las Españas, cultivando el duro suelo.
Que no nos rinda el esfuerzo; el olvido no nos pierda.
Que quizá Dios nos le dé, más allá de allende la tierra.
Y sabed que de sus campos, ciudad nodriza es esta Vera.
Caerán las demás, si se entrega, si pronto no la socorren.
Una clave entre dos reinos, un bastión en la frontera.
¡Concedan así su pendón!: una llave entre dos torres.
Ya amanecido es, dos mil lanzas, cuatromil peones.
Hoy partimos de Lorca, ya las tropas nos esperan.
Caballeros, los más rezan, portando bellos blasones.
Esta noche llegaremos, a aquel Pozo de la Higuera.
Allí daremos pie en tierra, empero no haciendo noche,
no sea el diablo quiera, que antes de llegar nos hieran.
Dios nos entregue Vera, que ya vendrán otros dones.
¡Viva Nuestro Señor! ¡Dios guarde al rey y a la reina!
4.ENTREGA DE VERA (NARRADO POR CIDI YAHYA , ARENGA DE PONCE DE LEÓN Y DISCURSO DE FERNANDO EL CATÓLICO)
[NARRACIÓN DE CIDI YAHYA]
¡Prestad atención hermanos! Soy Yahya Alnayar de nuevo,
oigan los despistados: el último Alcaide de Vera,
vuestro más humilde siervo, que entrególa estando lejos, ofreciéndoos la paz. Pedro Granada Venegas.
El que os pretende narrar, lo ocurrido en esos tiempos,
lo que hicieron los cristianos, en cruzando la frontera,
desde el día nueve de junio, hasta la entrega del cerro,
allí donde los dejamos: en la Fuente de la Higuera.
Y diz que llegó a Vera, el marqués Ponce de León,
a las seis de la mañana, corriendo el nueve de junio,
y dirigiéndose a sus hombres, alardeando arengó.
Ignorando sus palabras, presumimos questo dijo:
[ARENGA DE PONCE DE LEÓN]:
Es esta la hora, soldados valientes,
de morir o ganar, la eterna fama,
la más dulce miel que para siempre,
probarán de nosotros las Españas.
Escupid el miedo entre los dientes,
ruin veneno es con quien se ensaña.
Sabed lo que esperan los creyentes
de vosotros: que les deis Granada.
Hijos, confiad, no temáis el partir.
Juzgará Nuestro Padre mañana.
Y sabed que al que no ha de morir
hoy, ya nunca le hieren las lanzas.
Y si es vuestro temor padecer y sufrir,
mirad cómo Cristo muestra sus llagas.
Murió por nosotros, rezad, sonreíd:
que a todos Jesús perdonó las faltas.
Por Aragón y por Castilla
¡Viva el Rey! (repiten las tropas cristianas: ¡Viva el Rey!)
¡Viva la Reina! (repiten la tropas)
Vivan los pueblos de España (¡viva!, gritan las tropas)
[SIGUE NARRANDO CIDI YAHYA]:
Acabado que hubo, de inflamar los corazones,
presto mandó llamar, al Alcaide y a sus nobles.
Yuça Cordela acudió, demostrando gran templanza,
ausente Yahya Alnayar, como jefe de la plaza.
Valiente trató con ellos, nadie defendía su espalda;
la más de su gente huida, fue a refugiarse en Baza,
avisados días antes, de las tropas que llegaban.
Dudaba la otra mitad, si entregaban sus espadas.
Y será en esta ciudad, en Baza donde se venguen,
teniendo al Zagal enfrente, de algunas tropas cristianas.
De aquí a un mes será, llorará Montesa su muerte:
matarán al infante Felipe, de Aragón y de Navarra.
Y negociaron por extenso, casi toda la jornada.
Yuça Cordela trató, luchó y defendió a su gente.
A todos los principales, regalar muchas mercedes,
y humo a los sin nombre, a la sufrida gente llana.
Y en acabándose el día, poco más se pudo hacer,
en el fuerte pleito había, entre la gente mansa y armada.
Entretenía Yuça al de Cádiz, y buenas nuevas, a saber:
«si Vera cae», el Raozí promete, «Cuevas lo hará mañana».
Yuça volvió al castillo, para evitar nuevos desmanes,
pronto baja de nuevo, teniendo la decisión tomada.
Cuatro rehenes cristianos, liberan los musulmanes.
Mañana la entregarán, que hoy ya es noche cerrada.
Fernando llegó a esta tierra, el martes siendo día diez,
de comer ya era hora presta y asentó allí sus reales.
El Real llamaréis mañana, a este fecundo paraje.
Cuatro mil caballeros descansan, sus ansias y su altivez.
Y llevaron a Yuça a besar, las manos de Su Alteza.
Lo imitaron a hora de vísperas, los más de la Vera Vieja.
De ella lo más granado, recelando, con cautela.
Les ordenó don Fernando, entregasen la fortaleza.
Y fue andando esa tarde, mostrando su gran pena
cuando entregaron las llaves, desta su querida tierra.
Demudados los rostros, cetrinos, venían a sus mientes
los largos años vividos, con todas sus buenas gentes.
Viendo abiertas sus puertas, algunos cristianos ascienden,
y dando gracias a Dios, toman posesión della.
Presuroso el buen Rey, a él encomendó el fuerte:
al mayordomo del duque de Alba, GarciLasso de la Vega.
Y ansí se hará todo el resto, dispuso la Providencia.
Y prestos consiguieron, también se entregase Cuevas.
Se manda a Juan Benavides, capitán de la frontera.
Mojácar será el día doce. Capituló la Tierra de Vera.
Y en El Real recibe a todos: lugares del Almanzora,
Filabres, Los Vélez, Níjar; Huéscar, Orce y Galera.
Doce días acampados, aceptando se rindieran.
Es claro el juicio de Dios: jamás será tierra mora.
Viendo salir del castillo, a la gente musulmana,
les habló en buena hora, a todos los que allí había.
Después de mandar construir, foso y empalizada,
creemos que dijo así, antes de marchar a Almería:
[DISCURSO DE FERNANDO DE ARAGÓN]:
Mis nobles caballeros, soldados y homes buenos.
Deseamos para Nos, más allá la mirada alcance.
Los siglos por llegar, contarán la vera historia,
que bien me servísteis, en el ingrato y duro trance
de legar a nuestros hijos lo anhelado. La victoria.
Espero que mañana, los triunfos el tiempo guarde,
los buenos en Granada entren conmigo en la gloria.
Y aunque seguro será, que la muerte nos separe,
quiérolos a todos nombrar. Dios atienda y me oiga.
Aquí los adelantados, de Andalucía, Murcia y Castilla:
Enríquez, don Juan Chacón y Pero López de Padilla.
Alcaides, almirantes, de las cuatro órdenes maestres:
Santiago, Montesa, Alcántara; Calatrava, de Gandía,
y de Nájera, duque de Alba, de Toledo, de Alburquerque.
Buen Rodrigo, de Cabrera, de Villena. Los marqueses.
Muchos condes: Cabra, Ureña, Benavente, de Buendía,
de Ledesma, Monteagudo, de Castro y de Cifuentes.
Aquel de Trigento, Oropesa, de Concentaina y Oliva.
Señor de Castroquemado, Palma, arzobispo de Sevilla.
De Baza, de armas y letras, don Fernando de Ribera,
y el nombrado por mí su Alcalde: Garcilasso de la Vega.
Y a vosotros, nuevos súbditos, rodillas deis en la tierra
y rezad a vuestro Dios, sin temer las represalias.
Somos reyes serenos; la algarabía es vuestra lengua.
Justicia, bien común, paz, tal convivencia traiga.
Repartimiento haremos, a los que vengan a poblarla.
La Vera capitulada profundas raíces tenga.
Acudan colonos valientes, tengan su tierra y su agua.
Aquí termina el medievo: será tierra realenga.
[RODRIGO PONCE DE LEÓN. MARQUÉS DE CÁDIZ]:
¡Por Cristo! (el público: ¡por Cristo!)
¡Viva Aragón y Castilla! (el público: ¡viva!)
¡Viva el Rey y la Reina! (el público: ¡viva!)
Manuel Caparrós Perales. 2014