SOR INÉS DE SAN VICENTE DE PAÚL. VERA. 1968

Se transcribe la entrevista que el 24 de septiembre de 1968 el diario Dígame realizó a Sor Inés, Hermana de la Caridad de San Vicente de Paúl de Vera, vecina de 90 años de una población de 6000 habitantes diezmada por la emigración. Era la Vera inmediatamente anterior al boom turístico.

SOR INÉS DE SAN VICENTE DE PAÚL

NOVENTA AÑOS DE EDAD Y SETENTA Y UNO RESIDIENDO EN VERA (ALMERÍA), EN DONDE ES UNA INSTITUCIÓN VIVIENTE

-Hace vida activa, normal

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-Goza de buena vista y de excelente memoria

-Cuida de los niños acogidos en el colegio

-Toca a diario el Ángelus

-Veinticuatro horas de Murcia a Vera en tartana

-Tuvo en sus brazos y enseñó a leer a la mayor parte de los habitantes actuales del pueblo.

Sor Inés Echeverría Nagore es hermana de la Caridad, de la Orden de San Vicente de Paúl. Nació en Adiós, pueblecito de Navarra, el día 21 de enero de 1878. tiene, pues, noventa años cumplidos.

Pese a su edad, disfruta de una salud excelente. Hace vida activa. Se levanta temprano, atiende a los conejos y cerdos que poseen en la residencia y realiza otros menesteres con la misma vigorosidad física que si se tratase de una mujer de cincuenta años… Reside en Vera, provincia de Almería.

COME DE TODO

Sor Inés es menudita de estatura.

-Llegué a este pueblo, a Vera (Almería), el diecisiete de marzo de mil ochocientos noventa y siete.

En el lugar referido, ella es una institución. Todos allí la quieren y respetan. Invocar su nombre significa obtener cuanto se desee. Al cumplir con sus bodas de oro al servicio de la institución, el pueblo de Vera descubrió una placa en el colegio con el siguiente texto: “Fervoroso homenaje que la ciudad de Vera, y singularmente los que fueron discípulos de sor Inés Echeverría y Nagore, superiora de esta comunidad, rinde a tan predilecta madre en sus bodas de oro con el Instituto de las Hijas de la Caridad de España, por su abnegada labor durante sus cincuenta años de servicio en nuestros pueblos. Vera, XXVII-IX-CMXLVII”

-¿Qué tal está usted, sor Inés.

-Estupendamente.

-¿Goza de buena memoria?

-Ya lo creo. Recuerdo todo lo de hace muchos años y lo de ahora también.

-¿Ve usted bien?

-Perfectamente y sin ayuda de lentes. Lo único que me falla algo es un oído, pero debe ser cosa de herencia familiar.

-¿Cómo son sus comidas?

-Como de todo, aunque me cuido mucho, claro. El desayuno y la cena, frugales. Las comidas, abundantes.

DE FAMILIA LONGEVA

¿Por qué medio de locomoción llegó usted por primera vez a este pueblo?

-El viaje fue hasta Murcia y, luego, hasta aquí, proseguí viaje en una tartana. Un día entero desde Murcia a Vera en tartana.

-¿Tiene usted hermanos?

-Tres. Sor Engracia, religiosa como yo, de noventa y dos años de edad; Emilia, de ochenta y cuatro años, y Matea, que está rondando los ochenta. Descendemos de familia longeva.

-¿Cuántos años estuvo usted de superiora en este colegio?

-Durante veintisiete años.

-¿Cuántos habitantes tenía este pueblo cuando llegó usted a él?

-Unos dieciséis mil habitantes. Ahora, sólo tiene unos seis mil.

-¿Qué recuerda con más dolor?

-El año en que invadió al pueblo una epidemia de peste. Y cuando en la guerra de Liberación española vinieron a destruir la iglesia y cómo la desvalijaron. Después, tardamos en reconstruir el templo de Dios veintidós años.

-¿Es usted, quizás, el habitante más antiguo de Vera?

-Hace tres o cuatro años solamente había cinco o seis personas mayores que yo. Hoy, tal vez sea, si no el habitante más antiguo, sí de los más viejos. He tenido en mis brazos, he visto nacer a casi todos los habitantes de aquí y, además, les he enseñado a leer.

SUBE CUESTAS EMPINADAS

Sor Inés, según nuestras noticias, es la encargada, entre otras cosas, de tocar a diario el Ángelus.

Recuerda mil y una anécdotas, imposible de recoger en este breve reportaje. En el período de 1936, hasta que finalizó la contienda nuestra, tuvo que vestir de mujer seglar, al igual que las demás monjitas de la Orden. Pasaron todas muchas calamidades, sustos y sufrimientos… Mas todo pasó, gracias a Dios, y hoy vive entregada -como en sus mejores tiempos- a su sagrada misión. Los niños acogidos en la institución no la quieren, la adoran.

-¿Ha viajado fuera de Vera en algunas ocasiones?

-En muy pocas ocasiones. Puede decirse que casi no he salido del pueblo. Sin embargo, todavía me acuerdo de los pueblecitos cercanos, tales como Antas, Cuevas del Almanzora, Garrucha y Mojácar.

Precisamente, en Mojácar, el pasado mes de junio, estuvo con unos sobrinos suyos y había que ver a sor Inés subir las cuestas empinadas como si tal cosa.

-En Mojácar, antiguamente, las mujeres se tapaban la cara como las moras. Hoy día, aunque algunas de ellas, de edades avanzadas, suelen continuar con esa tradición, ya no es lo mismo. Se ha evolucionado notablemente en costumbres.

-Muchísimas gracias, sor Inés, por sus amables declaraciones. Y que Dios le conceda muchos años más de vida en tan estupendas condiciones físicas.

Decimos adiós al pueblo de Vera, situado entre las provincias de Almería y Murcia, a unos cuarenta kilómetros de Lorca, muy cerquita de Palomares, en donde cayó la tristemente famosa bomba atómica norteamericana.

Sor Inés, nos consta, nada sabe de la energía nuclear, ni de sus consecuencias. Se limita a exclamar: “¡Dios mío, Dios mío!”.

DÍGAME. 24-09-1968. Pág. 32

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